La tribuna

Jorge Rodríguez Mancera / Experto Y Consultor Internacional

Uribe rescata a Ingrid y ella a Uribe

COLOMBIA vive una euforia casi inenarrable como consecuencia de la liberación de 15 secuestrados por las FARC, mantenidos en cautiverio por más de diez años en algunos casos, en una acción de ribetes cinematográficos de las Fuerzas Armadas de Colombia con la cual se rescató a Ingrid Betancourt y tres contratistas gringos, las verdaderas joyas de la cúpula de las FARC, y 11 militares colombianos.

Un golpe sorprendente e inexplicable para la generalidad de quienes han estado al tanto del largo conflicto colombiano, si se juzga por los logros obtenidos, la estrategia utilizada por los militares y la actuación de unidades claves de las FARC, entre otros factores. En efecto, este rescate sin derramamiento de sangre ni mayor uso de la fuerza, representa el mayor triunfo del Gobierno y el revés más fuerte ocasionado a esa organización en mas de 40 años de historia, superior al impacto causado con la muerte de Raúl Reyes y otros miembros del secretariado de esa organización, en especial por la connotación adquirida en el ámbito internacional por la ex candidata presidencial colombo-francesa.

Sobre la estrategia utilizada, lo más digno de destacar ha sido el uso del mecanismo de la infiltración en las estructuras de las FARC, utilizando tecnología avanzada y, sobre todo, muy importantes recursos económicos para pagar y conseguir el apoyo de muchos militantes guerrilleros, desde hace varios años. Por su parte, las FARC han sorprendido por su incapacidad de detectar este tipo de acciones y movimientos de los militares y sus cuerpos de inteligencia, por el despiste, falta de sentido y de rigor en un momento en el que la presión sobre ellas ha sido la mayor en su historia.

Para Uribe y su Gobierno el suceso obtenido le ha llegado en un momento muy oportuno, cuando la Corte Suprema de Justicia fallaba contra la congresista determinante de su reelección, por el delito de compraventa de su voto, según su confesión, dejando en entredicho la legitimidad de su mandato, precipitándolo a adoptar actitudes contra la alta institución judicial y a proponer el exabrupto de un referéndum para legitimar esta indebida acción, dejando virtualmente en el aire el Estado de Derecho en Colombia, tal como lo hiciera en su momento Fujimori. Además, la situación de la economía colombiana se empezó a complicar como consecuencia de los efectos de la crisis económica internacional y el excesivo gasto público exigido por esta guerra y por los costos de sus ambiciones reeleccionistas. La oportunidad del rescate y su brillante ejecución, reconocida hasta por sus opositores y por los secuestrados, en particular por Ingrid Betancourt, desplazó a un segundo plano todas estas complicaciones políticas, jurídicas y económicas, ocasión única para desplegar sus dotes mediáticas y la incondicionalidad de los medios para convertir este episodio en un bálsamo legitimador de sus dificultades, con lo cual también se le ha abierto camino a su segunda reelección.

Desde luego, los colombianos y el mundo, sensibilizados con las últimas pruebas de supervivencia de Ingrid, han registrado con alborozo esta operación y han seguido con detenimiento las narraciones y detalles suministrados por los liberados, en particular por las declaraciones de Ingrid y sus dramáticos encuentros con su familia, en escenas muy conmovedoras, en las que no han faltado las alusiones expresas de reconocimiento a Uribe y a la conveniencia de su reelección. Sin duda, un oportuno rescate político para el presidente, pero también una ocasión extraordinaria para la ex candidata, quien en sus entrevistas está dando muestras de su vocación y habilidad políticas y la sensación de haber empezado ya su campaña, cuya orientación se definirá en no mucho tiempo, bien sea apoyando la nueva reelección de Uribe o colocándose como una figura clave en su sucesión.

Aun cuando para el Gobierno y un buen número de analistas las FARC están virtualmente acabadas y lo ocurrido en este caso corrobora en buena medida esta apreciación, no es fácil asegurar categóricamente este final porque en más de una ocasión han resurgido de sus cenizas y porque las causas objetivas que originaron su creación hace más de 40 años, la pobreza, la marginalidad y el desempleo entre otras plagas sociales, no han desaparecido ni disminuido. Podría ocurrirles también un desmembramiento en bandas delincuenciales como ha venido ocurriendo con los desmovilizados paramilitares, algo indeseable y de peores efectos para la sociedad colombiana. Lo mejor sería encontrar caminos de negociación y reconciliación si el gobierno colombiano se empeña con grandeza y depone un excesivo triunfalismo, en pro de la paz, a la cual Ingrid Betancourt podría contribuir mucho una vez se reponga de sus traumas físicos y reconstruya sus afectos familiares y sentimentales.

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