Hubo un tiempo en que la libertad de expresión, ese derecho al que invocamos constantemente, no existía. Los guardianes de la ortodoxia agrupados en la Inquisición, se emplearon a fondo en combatir la semilla de cualquier divergencia social. La tortura, el fuego o el señalamiento, disuadían a los libre pensadores. "Por decir ¡Viva San Roque!, me llevaron prisionero. Ahora que estoy en la cárcel, ¡Viva San Roque y el perro!". Si te llevaban tras los barrotes por la alabanza a un santo, podían encarcelarte por lo que quisieran. Aunque la Inquisición desapareció formalmente, no se esfumaron los inquisidores, esos seres humanos parecidos a las cucarachas que han sobrevivido a través de los tiempos y que se empeñan en mortificar a todo hijo de vecino.

El problema es que los inquisidores actuales son aficionados y que quieren que les diga, se nota la falta de profesionalidad. Provienen de todos los campos sociales, políticos, religiosos, deportivos, pero tienen un objetivo común: fabricarle al individuo una robusta armadura, dentro de la cual tenga limitado el pensamiento, tan solo a lo políticamente correcto. Han quedado en desuso las jaulas y potros de tortura mecánicos. En la era digital, el tormento se aplica en las redes sociales. Antes un tipo podía hacer unas declaraciones extravagantes, pongamos en Radio Pontevedra y podían escandalizarse sólo los que estuvieran escuchándole en ese momento y los que a través del comentario personal de algún oyente, las conocieran. Hoy con que uno sólo lo vuelque en las redes, la tontada llega con una rapidez inusitada a los cinco continentes. Como muchos medios de comunicación escudriñan a diario en las redes sociales, buscando contenidos pintorescos, el tipo de Radio Pontevedra se puede encontrar, sin esperarlo, en el ojo de un huracán mediático. Como dice Carlos Sánchez, "Desgraciadamente, las redes sociales son hoy una enorme consulta psiquiátrica que revela las miserias intelectuales de muchos usuarios".

Cada vez hay más miedo a expresar pensamientos originales en público. El sentido del humor y la ironía que es una de las formas más inteligentes de expresión, están en franco retroceso por el temor a que puedan ser sacados de contexto. Las cucarachas están sepultando la inteligencia y de paso, la libertad.

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