Una compañía de seguros encargó su campaña publicitaria a una prestigiosa agencia. Lo que la compañía quería destacar era su gran agenda de servicios, que marcaba la diferencia con las competidoras. Los creativos se pusieron a trabajar y dieron con un concepto, tomado de la observación social del entorno. Se fijaron en un espécimen que pulula a nuestro alrededor y le pusieron un nombre no existente, en el diccionario de la RAE. Así nació el concepto de todista y el éxito de la campaña fue tan notable que la compañía de seguros llegó por primera vez en su historia, a las 300.000 pólizas suscritas. El todista, es alguien que quiere obtener el máximo beneficio por lo que paga, pero es algo más.

Los principios fundamentales del todista son: lo quiero todo, lo quiero gratis y lo quiero ya. Hay otro adicional: no quiero problemas. Partamos de la base de que todos podemos tener una legítima ambición en la vida pero la circunstancia de que, por ejemplo, estemos tiesos como la mojama no te permite esquiar en St. Moritz, por hablar de una estación de esquí supercara. Bueno, el todista lo intenta, si le dan cómodos plazos, aunque se quede sin comer después. El todista no valora lo que es gratis y como para él todo debiera ser gratis, no respeta a nadie. Lo padecen sobre todo, los médicos de atención primaria que han heredado de los sufridos maestros, el estigma de ser los más débiles del sistema, porque no pueden declararse en huelga. Los todistas irrumpen en las consultas, abriendo la puerta sin llamar e insultan a los médicos, si tienen que esperar más de la cuenta y hasta llegado el caso, amenazan con denunciar y los más violentos agreden. Luego dicen que faltan médicos……

En cuanto a la instantaneidad, se confunden, porque pueden hacer cosas dando a un botón, quitarse el dolor con una pastilla o buscar en Google. La vida tiene su propio tempo y muchas veces, este es dolorosamente lento. Los todistas como padres que no quieren que sus hijos les den problemas, están haciendo de oro a los psicólogos y psiquiatras infantiles. Un profesor marianista, en mi infancia, me enseñó que las dificultades, son como una carrera de vallas, con una peculiaridad: la valla que dejas de saltar se te aparece más adelante, el doble de alta. Lo cuento, por si les sirve de reflexión, a los que no quieren tener problemas en la vida. Yo conocí un milagroso antídoto para los todistas, lo que pasa es que es difícil que vuelva. Lo llamaban, "mi sargento".

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