El mástil

Ildefonso Sena / Isena@imagenta.es

Televenta

ESTAS, por ejemplo, viendo una peli interesante en la caja tonta o simplemente tienes entre manos algo interesante cuando suena el teléfono: ¡Riiiiiiingý¡

-Dígame. "Hola buenas tardes, ¿puedo hablar con el señor don Ricardo Picafría y Gómez de la Maza?", inquiere una piba haciéndose la interesante. Reconozco que, hasta ese punto, siempre pico. No escarmiento por más veces que me pase. -Soy yo, dígame. "Verá señor Picafría, usted no me conoce pero me llamo Manuela del Álamo y me gustaría saber si conoce las bodegas Beodoalto y sus magníficos caldos". Es en ese momento cuando caigo, mientras la peli continúa su ritmo y estás a punto de perder el hilo, de que me quieren colocar algo. Como uno se educó en los tiempos de la urbanidad, la Geografía y la Historia, suele ser prudente, así que responde con amabilidad a la chorba. -No conozco esa bodega ni sus vinos señorita, pero no me hace falta. Cuando necesito moyate hago una llamada al Club Tajarina, al que pertenezco, y hago un pedido. "Qué va, señor Picafría, este vino no lo podrá conseguir en el Club Tajarina, y le puedo asegurar que no se arrepentirá de probarloý" Ahí la interrumpo mientras miro de reojo al malo de la peli, que está a medio minuto de hacer algo que no coligo. -Perdone pero no me va a vender vino, así que no pierda tiempo ni me haga perder el mío, por favor, buenas tardes. Pero insiste: "Déjeme que le explique, señor Picafría, que nuestro vinoý" -No necesito que me explique nada, señorita, no quiero vino. "Pero es que resulta queý" -Señorita, le he dicho que no quiero vino, ¿es que no me ha entendido? Y cuelgo cabreado. Díganme, ¿les suena la historia o soy el único damnificado de la televenta?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios