Acunada por el silencio. Solo lo traspasa el vaivén del ronquido de mi anciana perra que deja descansar todos sus achaques en la alfombra. Mientras ella sueña, yo leo. Escruto palabras de otro, pensamientos de otro que como faro proyectan las hojas del libro. Tras un largo rato de prosa y antes de dar por finalizada la lectura, sin saber por qué, me paso al verso. Y de repente, terminado el poema que leo y me traspasa, me nace del epicentro un sordo "PAPÁ" que sobresalta al silencio.

Casi una semana queda para escribir la columna pero un impulso me lleva a coger el lápiz y una de las muchas libretas y empiezo a darle forma, quizá por la sabia cobardía de huir del abismo de la ausencia que la palabra papá conlleva. El hecho de levantarme del sillón en el que llevo acurrucada horas y tomar aire y estirar las piernas mientras cojo papel y lápiz abandonando el incipiente sollozo entre la manta por temor a que la tarde se me vuelva del revés y de plácida pase a convertirse en traicionera.

Total, qué más da que escriba la columna hoy sábado o el jueves que viene. Cualquier día es bueno si la necesidad de crear es inminente para poder llenar este vacío que siento, liberándome de él gracias al bálsamo curativo de mis propias palabras. Podría quedarme calladita y escribirlas en una libreta y que sean solo para mí, no compartirlas; podría. Podría seleccionar qué es publicable o no, según el grado de implicación que entre las emociones expuestas y yo exista; podría. A veces incluso pienso que podría dejar de escribir en primera persona; podría. Pero cuando estoy delante de la hoja o la pantalla en blanco no sé qué pasa que ni me callo, ni selecciono, ni pienso.

Si hablo de mí es porque mucho de lo que soy lo he aprendido a través de otros y creo que lo que escribo también de algún modo puede servir a otro; a ti en este caso. Si hablo de mí es para comprometerme más con lo que digo, firmar un pacto. Si hablo de mí es porque el tiempo me ha ido enseñando que hay que tener mucho cuidado cuando hablas de otro ya que es más complicado mirar la viga que la paja.

Ahora, después de haber escrito esto que salió a bocajarro, vuelvo al sofá y sin aflicción siento cómo es mi padre quien me tapa con la manta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios