Quentin Tarantino y Walt Disney son antitéticos en el mundo del cine. En la terminología al uso, uno es hard y el otro soft. Tarantino es aficionado a mostrar la violencia extrema con abundante casquería, mientras que la factoría Disney apuesta por un mundo de animalitos amables en el que lo más cruel, hasta la fecha, ha sido la muerte de la madre de Bambi. Tarantino recrea paisajes exóticos ya sea en un bar de carretera, en un entorno desértico o la atmósfera irreal de un sótano lleno de nazis borrachos. Tan increíbles como esos escenarios, son los de Disney llenos de colores pastel y muñecos entrañables. Seguramente, han oído decir que la realidad supera a la ficción. Para que comprueben la veracidad de este aserto, les pongo un par de ejemplos recientes.

En Benidorm, un guiri inglés movido por la clásica combinación de desinhibición y alcohol barato, hizo lo que se esperaba de él y la cogió de a cuadritos, cayendo sin sentido, en medio de la calle, tras una pelea con compatriotas. La Policía llamó a una ambulancia que diligentemente, recogió al ahumado para llevarlo al hospital de la Vila Joiosa. El tipo nunca llegó al hospital y cuando la policía preguntó por él, los sanitarios dijeron que les había pedido que lo bajaran del coche, cuando recobró el conocimiento. El inglés fue finalmente localizado inconsciente, en medio de un charco de sangre, tirado en una cuneta y cuando le hicieron unos análisis al conductor y al enfermero, dieron positivo por consumo de cocaína y cannabis en el "narco test". Una escena ideal para Tarantino y ya sabe: si le pasa algo en Benidorm, no se le ocurra avisar a una ambulancia y pida como en el chiste que le dejen como esté.

Ahora la de Disney. Cuatro rinocerontes del zoo privado del narco Pablo Escobar se escaparon al entorno selvático del río Magdalena, Se pusieron a procrear y ahora ya hay más de sesenta. Han alterado el ecosistema a tal punto que animales como la nutria, el chigüiro y el manatí han sido desplazados. Ahora se plantean esterilizarlos. Cosa fina, porque los animalitos, "están sueltos, libres, pesan hasta tres toneladas y pueden alcanzar velocidades de hasta 30 kilómetros por hora". Como mataron a un macho que se llamaba Pepe, ahora el personal anda sensibilizado y quiere que los dejen en paz para que sigan haciendo destrozos. Una cosa es proteger de Cruella de Vil, a unos cachorros de dálmata y otra enfrentarse a una partida de rinocerontes cabreados. Cosas veredes….

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