Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Talibanes

Estamos ante un nuevo episodio del delirio nacionalista que tanto daño le ha hecho a Europa

Suicidas talibanes. Entre los muchos disfraces que podrían haber adoptado los separatistas catalanes para maximizar el pulso con el Estado y lograr una respuesta contundente por parte de los poderes constitucionales, han elegido el del martirio. A través de la inmolación se abrirían las puertas del paraíso destinado a los primeros caídos -en este caso, afortunadamente, caídos en la inhabilitación o incluso en la cárcel pero nada más- de la república catalana. Me temo que estamos ante un nuevo episodio, anacrónico si se quiere, del delirio nacionalista que tanto daño le ha hecho a la historia de Europa desde hace algo más de dos siglos y que tuvo su última explosión trágica en los Balcanes como consecuencia de la descomposición política y económica que siguió al colapso del comunismo.

Afortunadamente, ni estamos en la Yugoslavia de hace veinticinco años ni Puigdemont tiene mucho que ver, para bien suyo, con Milosevic ni, sobre todo, los catalanes son los serbios. Pero salvando todo tipo de distancias, lo de Cataluña se está poniendo cada día más feo y muchos de los que antes no creían que se fuera a ir demasiado lejos empiezan a cambiar de opinión. La purga de tibios en el Gobierno de la Generalitat y en puestos clave como la dirección operativa de la Policía autonómica no augura nada bueno. No hay que ser un analista demasiado fino para llegar a la conclusión de que están intentando cargar de razones al Estado para que se ponga en marcha el mecanismo previsto en el artículo 155 de la Constitución y, a partir de ahí, abrir la caja de los truenos e iniciar un camino que nadie sabe muy bien dónde puede terminar.

Lo más probable, aunque hay mucha incertidumbre al respecto, es que el referéndum no se celebre o sea un paripé y que la situación desemboque en unas elecciones que consagrarían una mayoría independentista que trataría de conseguir privilegios por parte del Estado. Lo que se está poniendo encima de la mesa es si se rompe para siempre el modelo territorial que funciona en España desde la Transición y que estalla por sus costuras. En medio de este embrollo, Andalucía tiene mucho que perder, por su propia situación económica y social y porque la solidaridad interterritorial quedaría definitivamente quebrada. Pensar en una Cataluña independiente es una quimera que no cabe en una Europa con muchos problemas pero que algunas cosas todavía las tiene claras. Pero pensar en una España de privilegiados frente a una de agraviados no lo es. El talibanisno tiene un fin y un precio.

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