Desde hace meses, tenía una cita pendiente en Sevilla. En la bella capital hispalense se celebra la exposición Sorolla, un jardín para pintar, en el espectacular y moderno espacio del Caixa-Forum y todos los amigos que la habían visitado me decían que siendo yo devoto de la pintura del valenciano, no me la podía perder. Una agradable circunstancia, ha propiciado mi anhelada visita al principio de esta semana, lo que me ha permitido matar dos pájaros de un tiro ya que también pude recrearme en la recién inaugurada exposición, Andalucía en el imaginario de Fortuny. Tuve la suerte además que tanto los cordiales ejecutivos de La Caixa, como la competente y joven guía que nos acompañó, hicieran especialmente agradable y productiva la tarde.

Joaquín Sorolla fue un pintor especialmente prolífico. A su muerte se contabilizaron más de 2.200 obras realizadas. En la memoria de todos están las playas levantinas con ese azul intenso del Mediterráneo, entreverado con los trajes y las velas blancas y los cuerpos infantiles en unos cuadros tan populares que han sido divulgados durante años en los humildes almanaques. También permanecen en la retina los grandes murales de la Hispanic Society de Nueva York que son un fresco impresionante de cómo era nuestra sociedad, en una época determinada. No conozco otro pintor que como Sorolla haya sido un notario tan fiel del tiempo y la realidad que le tocó vivir. Por influencia de su suegro, se aficionó a la fotografía y quizás ello influyó en su perspectiva pictórica que nos es familiar, porque parece obedecer a encuadres que podríamos haber hecho con nuestra propia cámara. Lo hermoso de la exposición es que nos muestra los cuadros que Sorolla pintó para sí mismo sobre otra de sus aficiones, la jardinería. Así podemos ver con su mirada, los tres jardines de su casa madrileña, el actual Museo Sorolla, así como los del Generalife y el Alcázar sevillano. Cada cuadro dispone de una ficha botánica en la que se describe las flores pintadas, lo que entusiasmó a mi santa, jardinera profesa. Si tienen niños, hay un espacio interactivo para que se inicien en los colores y texturas. En fin, desgraciadamente el domingo cierra la exposición. Si no la han visto, apúrense. Sevilla no está tan lejos y merece la pena. A la entrada hay una gran foto en la que se ve al artista sentado en un sillón de mimbre, bajo una sombrilla, pintando tranquilamente en su jardín. Salúdenlo de mi parte.

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