Cuando Fran Guijarro llegó a San Francisco, tuvo dos hallazgos visuales: la niebla, con una dimensión nunca vista en su Málaga natal, que de repente surgía de la nada y resbalaba desde los techos, cubriendo las aristas de los edificios, hasta tapar por completo el Golden Gate, y el sorprendente número de mendigos, allí llamados homeless, que pasaban su vida a la intemperie. Él estaba acostumbrado a ver el mundo a través del visor de una cámara cinematográfica. Esa era su pasión, quería ser director de cine y, tras estudiar duramente, logró que La Caixa le concediera una beca de ampliación, durante dos años, para completar su formación en una Universidad americana, concretamente en San Francisco.

Cuando durante el curso académico le dieron la oportunidad de hacer un corto, le costó poco encontrar cuál sería el tema para su guion. Aquellas personas desechadas por la sociedad y por ellos mismos, merecían que alguien las reivindicara. Pensando que sería fácil encontrar algún protagonista, se lanzó a la búsqueda. Ninguno quería salir en pantalla por el desarraigo familiar, el alcohol, las drogas o la demencia. Pasaron varios meses y como suele ocurrir muchas veces en la vida, cuando dejas de buscar, encuentras. Y un día Fran encontró a Moses. Era un mendigo de color, alto, delgado, barbudo y totalmente alcoholizado. Curiosamente, lograron conectar en la misma longitud de onda. Comenzó el rodaje y aquel personaje era una mina, con una penosa historia familiar y amorosa cuya desesperación le había llevado al abandono de su profesión, como músico de jazz. A medida que avanzaba el descubrimiento del protagonista, el corto no era suficiente para contener aquella prodigiosa peripecia humana. Fran recurrió al crowfunding y consiguió los dólares para terminar su película, a la que tituló, como no hacerlo, Moses. Desde el estreno, fue un éxito. Entonces, invitaron a Fran y a Moses a venir a España a recoger un premio. Moses puso tres condiciones: ver el Mediterráneo, comer paella y contemplar el Guernica. Lo llevó a su casa en Málaga y allí pudo comer la paella de su madre, viendo el Mediterráneo. En el Reina Sofía, delante del Guernica, Moses lloró, porque vio reflejada su vida. A la vuelta a EEUU, se reencontró con la familia y hoy aprovecha la segunda oportunidad que la vida le ha dado. Fran Guijarro logró con su cine, un milagro: unir el arte y la misericordia.

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