Desde saturno

Jorge Bezares

Sabor agridulce

DESPUÉS de varios años sin aparecer por la Feria de Algeciras, en el último suspiro de los festejos, me pasé por ella para darme un baño bajo el microclima que hace ya bastantes años trajo Antonio Berrocal cuando aterrizó como gerente de la cosa. Ni que decir tiene que lo mejor fue el reencuentro con los amigos (con José María, Mariano, Maritere, Charo, Vicente, Octavio, etc.), a quienes siempre se echa de menos con la leche frita de la distancia, con Despeñaperros y tantos kilómetros de por medio. Aunque lógicamente no pude verlos a todos -me faltaron los de la Jincaleta, que están ya los pobres míos mayorcitos para una Feria de tantos días y que eludieron la cita de 'Los Amigos'-, me resentí de la espalda de tantos abrazos (los de Miguel Alberto Díaz y su hermano Pepe me provocaron una contractura llevadera, casi agradable, de la que aún hoy me estoy recuperando).

Además de los abrazos de oso, saludé al alcalde, al presidente de la Junta del Puerto, a mi concejal favorito, Javier Soto, y a mi periodista preferido, Miguel Carlos Torres. Disfruté de Miguelillo 'El Cateto', y departí cariñosamente con mi querido Alberto Pérez de Vargas.

Y una señora, a la que no pude ponerle nombre y apellidos pero a la que reconocí, me felicitó de forma fugaz pero muy cariñosa por un artículo de hace unas semanas publiqué y en el que, llevado por la melancolía y por el apremio de mi amigo Ricardo Carretero para que cumpliera con el boletín anual de la peña 'El Chumbo', celebré el calor de la Feria de Algeciras (se titulaba '¡Viva el calor!') como si fuera un elemento indispensable para alcanzar el éxtasis del disfrute.

Para colmo de lo bueno, mi hijo mayor, un gaditano madrileñizado, se reencontró con sus amigos de 'Los Piños' (Rafa, Carlitos, José Antonio, Alex, Nanín, etc, gracias a la generosidad de Beni), e incluso saludó a su antiguo director. Y disfrutó de la libertad de esos garitos para jovenzuelos de chimpán, chimpán hasta las claritas del día. Por unos momentos, recuperó el acento y el sentido del humor que anida en nuestra tierra, circunstancias que me hicieron pensar que no todo está perdido con este adolescente, este bendito adolescente con cascabeles que me ha tocado en suerte.

Aunque todo resultó perfecto e intenso, no pude evitar salir de la Feria con un sabor agridulce. No supe por qué, pero al día siguiente, cuando me desperté, lo averigüé: había menos gente en la Feria. La crisis, sin duda, estaba detrás de esta disminución de visitantes. Ojalá que el año que viene estemos todos, que no falte nadie y que el calor engulla la ruina.

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