Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Reinas sin coronas

Particularmente, me enorgullecería que mi ciudad fuese representada por sus mejores estudiantes

Una de las noticias de nuestra web más comentadas y con más diversidad de opiniones de la semana ha sido Las niñas ya no quieren coronas, titular del reportaje en el que Yolanda García Tena detallaba la intención del Ayuntamiento de Jimena de poner fin a la coronación de la reina y las damas de las fiestas de la localidad porque en dicho acto tan solo se destaca como único mérito de las mujeres su aspecto físico. Hay quienes piensan que el Consistorio se mete allí donde no le llaman, quebrando un hábito que goza de bastante arraigo entre los jimenatos, y quienes, por contra, sostienen que acierta de pleno porque las mujeres de la localidad dejarán de ser sometidas a un concurso de morfología por un jurado de expertos en medir las hechuras de las candidatas. En el pueblo, curiosamente y según la concejal responsable, han sido las niñas (y niños) quienes mejor han entendido la propuesta, en tanto que las más disconformes han sido las jóvenes en edad de reivindicar el efímero trono durante la Feria.

Vistas a corta distancia, las fiestas de Jimena, como la de otras localidades, no son sino una excusa para pasarlo bien y para que las jóvenes que así lo quieran se disputen la representación de su pueblo luciendo sus mejores galas en un ambiente familiar y distendido. Hasta ahí, todo bien y comprensible. El problema viene cuando amplíamos el plano y comprobamos cómo las mujeres se convierten con actos tan aparentemente inocentes como una feria en objeto de admiración institucional por unas cualidades meramente físicas, como jarrones vacíos. Elegir, además, conlleva que haya excluidos y a determinadas edades hay que tener unas convicciones y una personalidad muy fuertes para no sentirse marginado si se tienen unos atributos alejados de determinados códigos de belleza.

Particularmente, me enorgullecería que mi ciudad fuese representada en sus fiestas por los estudiantes con mejor expediente académico, reinas y reyes sin coronas que la mayoría de las veces pasan desapercibidos. O por los voluntarios anónimos y sin distinción de edad que ayudan desinteresadamente a las personas mayores, a los sin techo, a los discapacitados o a los ingresados en la 4ª planta del hospital. ¿Acaso no son ellos los mejores referentes sociales, el ejemplo a seguir por nosotros y nuestros hijos? Puede que exagere o que me equivoque -por algo la realidad es poliédrica- pero tengo la impresión de que algunas de las mal llamadas tradiciones solo contribuyen a sacar nuestro lado más cutre.

Paso a paso, el cambio es posible. Hasta hace unos años era impensable que dos mujeres o dos hombres pudieran pasear de la mano, casarse, formar una familia y no digamos adoptar un niño. Podemos acomodarnos y pensar que el mundo cambia porque alguien ya pensará por nosotros. O bien podemos pensar y actuar a nivel local con vocación global, como se trata de hacer ahora desde Jimena.

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