Querido Chano

Aquí yace Sebastián Llanes Blanco, que nunca bailó una sevillana ni aplaudió a un árbitro

La marcha del cura Llanes supone un cambio radical en la escena de lo cotidiano, adonde fue protagonista y en donde estuvo insertado en el anecdotario popular. No creo que Algeciras sea tan especial como nos hacemos creer. Ni somos tan distintos, ni las localizaciones humanas tienen actitudes tan dispares como para que nos supongamos únicos. Seguramente también en otros lugares, los curas han desempeñado un rol tan significativo como en Algeciras, pero la verdad es que en nuestra ciudad ese rol ha sido extraordinario. Tanto es así que se asociaría con facilidad cada tiempo, cada época, a la persona y afanes de algún cura.

No podemos, al pensar en Llanes, dejar de tener en cuenta a Cruceira ni evitar el recuerdo, siempre intenso, del padre Flores, éstos dos venidos de La Isla, pero ese gaditano de Santa María se ha metido tan dentro en el corazón de los algecireños, que parece como si se hubiese habilitado una estancia para él sólo. En la web del Nazareno de Santa María de Cádiz, cerca de cuyo habitáculo eclesial nació, se recogía, apenas unas horas después de su muerte, la asistencia de una representación de la cofradía a la que tan unido estaba, a la capilla ardiente de la iglesia del Corpus Crhisti, en donde la huella física, en el quehacer, en la historia y en la iconografía, de la presencia del padre Chano no desaparecerán nunca porque son consustanciales con su existencia.

Un día me habló Chano del seminario conciliar san Bartolomé, de Cádiz, que fue su lugar de formación como sacerdote. Concretamente del magisterio que sobre él ejerció el cura tarifeño Sebastián González Araujo, que a lo largo de cuatro décadas fue párroco de La Palma. Nadie podría pensar, conociendo bien a ambos, como es mi caso, que Llanes profesara tanta admiración y guardara tanta gratitud hacia el padre Sebastián, que falleció hace casi exactamente nueve años, también en la semana santa, y que fue, como su alumno Llanes, nombrado Hijo Adoptivo de Algeciras. Siempre, desde los primeros momentos, sentí una admiración venerable por el padre Chano, pero aquello me confirmó su grandeza porque delataba su espiritualidad más allá de la apariencia de los pequeños gestos y decires. Espero que se cumpla su deseo y escriban en su epitafio: "Aquí yace Sebastián Llanes Blanco, hijo de Juana y José. Hijo y servidor de la iglesia católica, apostólica y romana, que nunca bailó una sevillana ni aplaudió a un árbitro".

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