El mástil

Ildefonso Sena / Isena@imagenta.es

Precampaña

HABRÍA que acudir a textos de política comparada para conocer si en otros países civilizados, con sistemas democráticos como forma de llegar al poder, ocurre lo mismo que en España cuando se atisban unas elecciones. Ya saben que, previo a la cita con las urnas, se desarrolla una campaña que dura una veintena de jornadas para que cada partido o coalición exprese sus intenciones, sus promesas.

Hasta ahí todo bien. Perfecto. Sin embargo, en esta piel de toro nuestra existe la ya comúnmente aceptada por todos precampaña. O sea, cuatro o cinco meses de reproches, tiras y aflojas, insultos y pajarracas que llenan los telediarios y abarrotan los periódicos, protagonizan las tertulias y acaban provocando cierto empacho de política, que la ves, la lees y la oyes por todas partes. Hasta en el Tomate, oiga, que manda huevos. Tal profusión de ideas ha creado costumbre. Los votantes nos hemos resignado a soportar un aluvión de contenidos patrióticos, nacionalistas, sociales, económicos y, a veces, de extraña factura. Sin embargo, como todo en esta vida, estamos corriendo el peligro de sufrir un daño colateral semejante a aquél por el que nuestro cuerpo rechaza la ingesta de aquello que nos cayó mal. Y así nos luce el pelo luego en eso que está en incremento cuyo nombre tan temido es abstención.

Pero en fin, resignados todos como digo, el arriba firmante ya ha empezado a tomar nota de lo que nos cuentan. Lo malo es que, a veces y sobre todo a ciertas edades, la memoria nos juega malas pasadas. Por eso uno se sigue sorprendiendo con la magia de las hemerotecas.

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