La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Podemos no puede

Bescansa olvidó que las conspiraciones no se deben contar más que cuando ya han triunfado; antes es condenarlas

Ha resuelto bien la cúpula de Podemos la última escaramuza de su guerra civil por un poder que todavía no tiene. Con un pacto de intereses: Íñigo Errejón se desvincula de la operación contra Pablo Iglesias ideada por Carolina Bescansa e Iglesias consagra la candidatura de Errejón a la Comunidad Autónoma de Madrid con las condiciones pretendidas por el pequeño defraudador de beca universitaria: mayoría en la lista y control de la campaña electoral.

Bescansa, muy en su papel de cofundadora apartada por haber desafiado al Caudillo, escribió en un papel elaborado tras reunirse con Errejón que ambos formaban una sociedad de socorros mutuos cuyo objetivo final era descabalgar a Pablo Iglesias de la secretaría general de Podemos. Pillada en pecado gracias al canibalismo de las redes sociales, dijo que era un simple borrador de acuerdo desvelado por la impericia de su equipo (¿qué equipo?).

Ha quedado a la intemperie, en agónica espera de la laminación definitiva. Cometió un error de manual: relatar una conspiración por escrito. ¡A quién se le ocurre! Las conspiraciones se cuentan cuando ya han triunfado; contarlas antes es condenarlas al fracaso. Aparte de derribar por completo el mito podemita de la nueva forma de hacer política, su estética insufriblemente cursi, lo mucho que se quieren los camaradas, los besitos, y abracitos y otras poses de la extrema izquierda posmoderna. ¿Amor cuando se pelea por el poder? ¡Vamos, anda! Las navajas siguen afiladas, esperando su hora.

Hay que decir que, independientemente de la torpeza de Bescansa y la implacabilidad soviética del partido que ha diseñado Pablo Iglesias tras VistatristeII, lo que proponen la propia Bescansa e Íñigo Errejón es lo único que garantizaría el futuro de Podemos como organización política influyente y alternativa, incluso parcialmente gobernante: un partido transversal, abierto a las clases medias, de raíz radical pero no rupturista, dispuesto a aliarse con la socialdemocracia en vez de intentar su demolición. Iglesias, en cambio, lo lleva a la irrelevancia. Revolucionaria, eso sí, pero irrelevancia. Un Pepito Grillo que no accederá al poder.

Y todo esto, hablando siempre de sí mismos. Eso que la portavoz madrileña de su fracción Anticapitalista ha llamado "dinámica de encapsulamiento autodestructivo". Lo que, sin cursilería, viene siendo el ombliguismo estéril de toda la vida.

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