Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Personas solución

Los vecinos han enmendado a las administraciones al dar una solución provisional al tapón de arena del Guadiaro

Será cosa de los años, de que las canas van ganando espacio y de que los recuerdos de la infancia y juventud permanecen más vivos y presentes que los de las pasadas vacaciones, para quien las tuviera y disfrutase. El caso es que de vez en cuando a uno le viene a la cabeza el consejo que una y otra vez nos daba don Francisco, aquel profesor de los salesianos, y que yo me encargo de trasmitir cansinamente a mis hijos, junto con el de que no se fíen jamás de un tipo que vista pantalones rojos.

Maestro de la vieja escuela, con el pelo siempre bien peinado hacia atrás y fijado a la cabeza, don Francisco nada tenía que ver con las barbas que lucían sus colegas más jóvenes y progres de la época, a los que los alumnos tuteábamos alegremente y con quienes nos íbamos incluso de acampada algún que otro fin de semana. En aquella aula preLogse con 50 alumnos de media en la que nos asábamos de calor -y a la que sobrevivimos- don Francisco nos acercó a los filósofos clásicos, a la Generación del 98, a la mal llamada conquista de América y al universo de la sintaxis, los hiatos y sintagmas, aunque sobre todas las cosas me quedé con aquella frase: "En la vida hay que ser persona solución, no persona problema".

La imagen esta semana de un grupo de vecinos con palas en sus manos, niños incluidos, abriendo un canal para el paso del agua en la desembocadura del río Guadiaro y evitando así que los peces mueran por la falta de oxígeno me ha devuelto a mis tiempos de la escuela. Se trataba de personas que han buscado y ejecutado una solución, aunque sea provisional, mientras que las diferentes administraciones se entretienen agravando el problema y echándose las culpas -puñalaíta va, puñalaíta viene- por no emplear un término escatológico.

A la redacción del periódico nos llegan casi a diario fotos de vecinos limpiando su calles de matojos con una azada, pintando alguna barandilla o reparando una acera con un palaustre ante la desatención de unos responsables públicos más preocupados por su imagen personal y en la dichosa fotito en el panfleto de turno que en atender las demandas de la ciudadanía.

Ha pasado también con el parking Escalinata de Algeciras, cuya ejecución es producto, al parecer, de la incompetencia de los técnicos municipales, como si hubiesen sido ellos quienes firmaron la licencia de obra ilegal y quienes tomaron luego la decisión de presentar ante los tribunales de Justicia un recurso tras otro sin esperanza de victoria, solo por ganar tiempo para no se sabe muy bien qué. ¿No hubiese sido más provechoso sentarse a dialogar con los vecinos del edificio afectado en busca de una solución antes que litigar sin sentido y, sobre todo, más económico para el erario público? Soluciones, no más problemas.

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