Va la socialista Adriana Lastra y compara a Albert Rivera con José Antonio Primo de Rivera diciendo que ha pasado "de querer ser Suárez a José Antonio". Posteriormente lo retiró aclarando -o más bien oscureciendo- que se refería a que Rivera "cuando monta su partido a nivel nacional lo monta como partido de regeneración, de centro, y si embargo es un partido netamente de derechas". Ante el ascenso de Ciudadanos el PSOE sigue la estrategia de situarlo a la derecha del PP, demonizándolos como franquistas. ¿O es casualidad que Pedro Sánchez anunciara ayer en el cementerio de Paterna, donde fueron fusiladas 2.238 personas, su propuesta para modificar la ley de la memoria histórica, acusando al PP de paralizarla? No se trata solo de la localización de las fosas para dar digna sepultura a los restos, también de sacar de paseo la momia de Franco y de la creación de una "comisión de la verdad". ¿Acaso alguien la oculta? ¿No hacen los historiadores su trabajo investigador e interpretativo? Pero conviene agitar el espantajo franquista para que su sombra oscurezca al PP y a ese partido extremista crecido a su derecha, Ciudadanos.

Va Iglesias y acusa al independentismo, con el que tontea hundiendo cada día más -afortunadamente, añado- a su partido, de haber contribuido "quizás sin querer o tal buscándolo, a despertar el fantasma que es la mayor amenaza para la democracia, el fantasma del fascismo". Va Rufián y, después que el juez Llarena mantenga en la prisión a Junqueras, Forn y los Jordis, envía este tuit a Colau e Iglesias: "Hoy Junqueras, Forn, Cuixart y Sánchez tampoco podrán daros explicaciones. Es que el fascismo nunca duerme".

¡Qué hartura! Hace 81 años del golpe de estado de Franco y 42 de su muerte, mientras que solo han pasado dos meses del intento de golpe de estado catalán. ¿No convendría dejar la historia a los historiadores y unirse ante los golpistas actuales? Con razón ha escrito Carlos Yárnoz: "En España, el país donde no existe un partido de extrema derecha, es donde más ciudadanos son etiquetados a diario de fascistas. En el resto de Europa, se considera una ofensa muy grave y se emplea con gran prudencia pese a la pléyade de formaciones filonazis. Pues bien, es precisamente España donde se ha alcanzado el cénit: todos los ciudadanos son susceptibles de ser tildados de fascistas menos los nacionalistas y la izquierda radical que les apoya".