Pamplinosos y pamplinas

Se ha instalado una sociedad un tanto infantiloide llena de tiquismiquis y personajes simplones

Pensaba que mi ordenador me iba a advertir con un subrayado rojo que ambas palabras no eran correctas, pero no es así. Lo ratifico consultando el diccionario de la RAE y compruebo que es cierto e incluso se admite el término pamplinero. No hace falta que dé más explicaciones de su significado, sobre todo en nuestro medio, donde tantas pamplinas y tantos pamplinosos hay, pero sí advertir que el vocablo original deriva de una flor que, llamándose así, imagínense cómo es y qué características tiene.

Si uno sale a la calle, lee la prensa, oye la radio o ve la televisión podrá comprobar fácilmente que las pamplinas se han instalado de forma estable y contundente en nuestra sociedad y que los pamplinosos, lejos de estar alejados de las cosas importantes, ocupan un espacio notable, cuando no cargos de responsabilidad. Es lo que hay. Después de décadas de adocenamiento con planes de estudio vacíos y sin fundamento, televisiones públicas sin más pretensiones que adoctrinar y entretener, cuando no atontar al personal, el resultado no podría ser un hombre del Renacimiento ni una ciudadanía llena de ilustrados. Hay lo que hay y se recoge lo que se siembra. Se ha instalado una sociedad un tanto infantiloide llena de tiquismiquis y personajes simplones que no van más allá de ensartar una retahíla de palabras aprendidas, entre las que no deben faltar la sostenibilidad y la puesta en valor.

Un personaje de El cuaderno gris, esa gran obra de Pla, afirmaba que él, por ser de procedencia pobre, se había sentido obligado a escuchar a todo el mundo. Y esto es lo que le ocurre a una sociedad acomplejada como la nuestra: se cree en la obligación de tener que escuchar a todo el mundo. Y todo el día, semana tras semana, mes tras mes, pendiente de los pamplinosos y sus pamplinas supone un gran desgaste. Tiempo que podría dedicarse a hablar de mejoras en la sanidad pública, establecer un sistema educativo eficaz y duradero, limitar los abusos de las compañías eléctricas y telefónicas, evitar la duplicidad y triplicidad de las administraciones públicas, mejorar las ayudas sociales para que lleguen a quienes realmente las necesitan… Cuestiones baladíes, según parece, que no se abordan en serio ni se les ve una solución a medio plazo, precisamente por eso: porque estamos todo el día perdiendo el tiempo escuchando a demasiados pamplinosos que no hablan más que pamplinas.

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