Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Ópera bufa en tres actos

"Muchas de las escenas vistas resultarían cómicas de no tratarse de una tragedia iniciada hace muchos años"

Durante mucho tiempo pensamos que la CiU de Jordi Pujol estaba formada por señores (y señoras) serios y fiables que, a la vez que velaban por las señas de identidad de Cataluña, no dejaban de tener presente que el presente y futuro de sus conciudadanos no podía disociarse de España por razones económicas -siempre son las primeras- sociales y culturales. Fue una época en la que, salvo ETA y sus enloquecidos brazos políticos, pocos más hablaban de independencia. El nacionalismo catalán dio estabilidad al país a través de los acuerdos para la formación de sucesivos gobiernos, tanto con el PSOE como con el PP, y participó durante muchos años en el debate y aprobación de leyes claves por las que nos seguimos rigiendo. Pero bajo las sucesivas capas de barniz, Cataluña sufría un régimen de corrupción generalizada, un nivel endeudamiento público insoportable y una meditada campaña de repulsa a todo lo relacionado con España, alimentada desde los colegios, para justificar todos los males.

Muchas de las escenas vistas y leídas a lo largo de la semana resultarían cómicas de no tratarse de una tragedia que viene desarrollándose desde aquellos años. Puigdemont, héroe fracasado de la epopeya que iba a conducir al pueblo elegido hasta la independencia, se ha dado a la fuga a Bélgica sin informar ni a su vicepresidente ni a la mayoría de su gobierno, dejándoles encarcelados y con las piernas colgando. Es el primer acto de una ópera bufa que a nivel internacional tan solo aplauden las ultraderechas belga y rusa, deseosas de hacer saltar por los aires la Unión Europea. Con semejantes compañeros de viaje es para que el ex president se lo hiciera ver.

El segundo acto lo constituye la petición de Artur Mas a la ciudadanía independentista para que le ayude a abonar los 2,8 millones de euros de fianza que le quedan por pagar del total de 5,2 que le han impuesto por su responsabilidad en la consulta del 9-N. "Con un poco de generosidad de todos los que fueron a votar aquel noviembre del 2014, el problema podría quedar resuelto", afirma quejumbroso. Es de suponer que, al levantarse cada día, se pregunte dónde están hoy todos aquellos que le jaleaban al grito de president.

El tercer y, por ahora último acto, viene representado por el vergonzoso renuncio de la presidenta del Parlament: no seguirá adelante con la independencia y acatará el orden constitucional, el del artículo 155. Forcadell y los otros miembros de la Mesa imputados han pasado de proclamar aquel "ni un paso atrás" a prometer ante el Tribunal Supremo que, de ahora en adelante, no habrá más vía que el respeto a las leyes. No es extraño que en su apresurada salida de la cárcel, a bordo aún del coche oficial, no hubiese ya nadie coreando sus nombres con esteladas al viento. Vergonzoso.

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