Muerte en la frontera

Con Alfredo Jiménez Núñez se ha ido un maestro brillante, un andaluz alejado del estereotipo del papanata imperante

Este podría haber sido el título de una novela que después habría sido llevada a la pantalla y figuraría dentro de los mejores guiones de la historia del western. Su argumento, todo un descubrimiento para la mayoría de los cinéfilos. Acostumbrados a las guerras de los indios contra los casacas azules o las reyertas con los colonos de la pradera, se sorprenderían de que los protagonistas fueran españoles frente a indios norteamericanos. Así era la cosa en los siglos XVI, XVII y XVIII. La corona española tenía que defender sus posiciones en la frontera norte de México frente a indios apaches y comanches.

Pocos han sido los historiadores que se hayan dedicado a esta página tan importante de nuestro pasado y en la que los anglosajones habrían visto un filón. Podríamos haber inventado el western hispano, pero como de costumbre hemos mirado para otro sitio. Quien más ha estudiado la historia de la frontera norte de Nueva España, Alfredo Jiménez Núñez, se nos ha ido la pasada semana de la misma forma en la que vivió: en silencio y con la dignidad que caracteriza a las personas verdaderamente valiosas.

Catedrático de Historia de América y uno de los fundadores del Departamento de Antropología Americana de la Universidad de Sevilla, era además un narrador excepcional, lo que le llevó a ser numerario de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. En sus narraciones dejó constancia de su pluma fácil y su imaginación, llegando a ser finalista del Premio Andalucía de Novela en 1996. Sentía gran admiración por el personaje del inspector Maigret al que sitúa en Sevilla para investigar los hechos en su novela Asesinato en primavera.

A su rigor investigador como historiador y antropólogo unía, cosa no muy frecuente, su capacidad narradora. Ambas quedaron patentes en la que para mí es una obra emblemática: Biografía de un campesino andaluz. Antes de conocerle personalmente, la tenía como obra de cabecera. En ella describe la vida de un hombre normal en el Villamanrique de la Condesa del pasado siglo, siendo todo un tratado, como lo definió, de etnografía oral. Una Andalucía profunda y una historia humana en un Aljarafe ya desaparecido. Con Alfredo Jiménez Núñez se nos ha ido un maestro brillante, callado y trabajador, un andaluz alejado del estereotipo del papanata imperante. Hemos perdido a un auténtico sabio y, sobre todo, a un hombre bueno.

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