Meritoriaje

En muchos lugares de trabajo se explota de mala manera a los aprendices y becarios

John Ford empezó trabajando en Hollywood de chico para todo a las órdenes de su hermano mayor Francis, que fue uno de los pioneros en el rodaje de westerns. El joven Ford hizo de extra, de tramoyista, de asistente de rodaje, de doble para escenas peligrosas e incluso de actor. Uno de sus primeros papeles consistió en hacer de encapuchado del Ku Klux Klan en El nacimiento de una nación. Otras veces hacía de soldado de la guerra civil. Primero rodaba la escena con una blusa azul y hacía de soldado yanqui. Luego volvía a rodarla con una blusa gris y hacía de confederado. Por aquel trabajo cobraba poquísimo, pero todo lo que llegó a saber de cine lo aprendió en aquellos primeros tiempos con su hermano mayor. "Mi hermano -declaró una vez- fue la única influencia que he tenido en el mundo del cine".

Durante siglos las cosas ocurrían así, y eso sucedía en todos los órdenes de la vida. Los pintores tenían sus aprendices en el taller, lo mismo que los joyeros y los cirujanos y los barberos y los ebanistas. Hoy en día lo llamaríamos prácticas, pero antes se llamaba simplemente aprender un oficio. Los viejos periodistas conocen muy bien la amarga experiencia de llegar el primer día a una redacción, con 16 ó 17 años recién cumplidos, y que un tipo malhumorado, sin mirarte siquiera -era el jefe de Sucesos-, te gruñera mientras se rascaba el cogote: "Han encontrado un fiambre en el río. Ve a ver qué ha pasado". Y nadie protestaba, claro que no.

Pero los tiempos han cambiado. Hace poco, el chef Jordi Cruz dijo que los becarios que trabajaban en los restaurantes con estrellas Michelin eran unos privilegiados que debían hacer gratis su trabajo, y al instante se desencadenó la habitual tormenta de rayos y truenos en Twitter. A Cruz le han acusado de negrero, caníbal, asesino neoliberal, explotador y mil cosas más. Pero me temo que tiene razón. Otra cosa es lo que pasa en los cafetines y tugurios de medio pelo donde los jóvenes en prácticas tienen que poner cafés y limpiar los servicios por un salario miserable -porque eso sí que es explotación descarada-, lo mismo que en otros muchos lugares de trabajo en los que se explota de mala manera a los aprendices y becarios. Pero aprender el oficio con un profesional de primer nivel es algo muy distinto, aunque uno tenga que hacerlo gratis. John Ford -y tantos más- lo sabían muy bien.

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