Mártir catalán

La CUP les sale mejor para las duras que para las maduras. No era una tontería que cuenten con ellos

Cataluña se jodió del todo el 9 de enero de 2016, el día que pactaron la antigua CiU y ERC con los antisistemáticos de la CUP para votar a Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat. De ese modo los partidos independentistas de la burguesía catalana y la izquierda republicana de butaca se aseguraron lo que les faltaba: unos mamporreros. Poco después establecieron una hoja de ruta, que fijaba la desconexión catalana para el otoño de 2017. En eso siguen, no han dado un paso atrás. El PP y el PSOE se distraían con sus propios asuntos, y pensaron que el conflicto se arreglaría gracias al sentido común. No entendieron que los otros navegaban por un río que desembocaría en la independencia, sí o sí, por lo legal o lo ilegal, antes o después.

La situación ya es totalmente perversa. Al haberse perpetrado un golpe de Estado de facto, se ha llegado a donde querían los independentistas. Un golpe de Estado triunfa o fracasa. Para que fracase y sea recuperada la legalidad, sólo hay dos opciones: se rinden o los rindes. Esto es, una solución pacífica, en la que dieran marcha atrás, o restituir la legalidad con la fuerza de la ley. Pero la fuerza podría llevar a detenciones y, probablemente, a la réplica de una oposición en las calles. Ahí es donde entraría la CUP, con todas sus consecuencias, a modo de guerrilla urbana, si fuera necesario.

Pues sí, voy demasiado lejos. Sin embargo, ese escenario no es tan improbable. En la CUP hay iluminados visionarios, unos fantoches que se creen revolucionarios, unos totalitarios mesiánicos. Poner algún mártir catalán entra dentro del riesgo asumido. Según algunas encuestas, en Cataluña hay un 49% en contra de la independencia y un 41% a favor. Los demás están indecisos o no saben. La causa del martirologio influiría en las siguientes generaciones. Sería la memoria histórica de una represión, un agravio todavía peor.

La utilidad de la CUP les sale mejor para las duras que para las maduras. No era una tontería que Puigdemont cuente con ellos. Y está por ver que la izquierda del PSOE (y menos aún Podemos e IU) asumiera el desgaste de una restitución de la ley por la fuerza en Cataluña. Para colmo, ejecutada por un Gobierno del PP encabezado por Mariano Rajoy. En poco tiempo se quejarían y lo intentarían capitalizar a su favor.

¿Qué hacer? En estas circunstancias extremas hay que encomendarse a Sant Jordi, patrono de Cataluña, y a Santiago, patrono de España, con la esperanza de un milagro. En su iconografía más combativa, ambos lucen buenas espadas.

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