Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Lujos caros

El PSOE presenta unas tendencias suicidas alarmantes y en las primarias se juega su razón de ser

Como es habitual, los árboles no dejan ver el bosque. El problema del PSOE en estos momentos no son los días que se tome Susana Díaz para anunciar si opta o deja de optar, ni la resurrección sorprendente de Pedro Sánchez, ni tan siquiera de dónde saca para tanto como destaca o quién le organiza esas encuestas extrañísimas que lo dan como ganador sin haberle preguntado a quienes lo tienen que votar. El problema es que el socialismo español presenta unas tendencias suicidas alarmantes y que nadie parece darse cuenta de adónde nos puede llevar esta situación. La cuestión radica en que para que la democracia española no se venga abajo se necesita un PSOE fuerte, con liderazgo y con proyecto político. Las dos cosas, el proyecto y el liderazgo, hay que reconstruirlas porque por la mucha torpeza política demostrada en los últimos años yacen en el suelo esperando que alguien las recoja. El PSOE, con el proceso que se inicia en las primarias, se juega su propia supervivencia y ello no es ningún asunto menor. Quién y cómo se encargue de ese proceso de reconstrucción va a ser determinante para que España cuente con una fuerza de izquierdas moderada y pragmática o, en caso contrario, el PP tenga el horizonte despejado por tiempo indefinido.

La historiografía contemporánea da por sentado que el PSOE que emerge tras el franquismo, de la mano de Felipe González, responde a un plan diseñado desde Estados Unidos y Alemania para que España tuviera un fuerte partido socialdemócrata que lo conectara a Europa y dejara fuera de juego al por aquella época potente Partido Comunista, de forma que se evitara tanto la influencia soviética en el flanco sur de la Alianza Atlántica como un modelo de permanente inestabilidad política a la italiana.

Sea ésta la verdad histórica o sólo una parte de la verdad histórica, lo cierto es que el PSOE ha sido una fórmula de éxito durante más de tres décadas y debe de seguir siéndolo porque si no la democracia española quedará coja. Si las tendencias suicidas que se aprecian en el PSOE se impusieran a la racionalidad, España tendría un problema institucional de complicada solución en unos tiempos en los que esos lujos, como se demostró con los once meses de interinidad política, se pagan. Y si los militantes en el momento de las primarias no tienen claro qué es lo que se están jugando y ceden al infantilismo populista que se aprecia en mucho de lo que se lee y se escucha, cometerán un error histórico de consecuencias muy difíciles de reparar.

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