Tierra de palabras

Inmarcesible

Las historias de amor verdaderas te conectan con lo que realmente tiene sentido

Vemos normal comunicarnos con la otra parte del mundo como por arte de magia solo con apretar un botón y sin embargo hay muchas personas que cuando les hablas de la verdadera magia, de la energía que nos mantiene conectados, parece que no entienden de lo que les hablas. Aunque sea frecuente escuchar la jovial expresión de que estás en la onda o eres de mi onda, entendiendo que la onda es algo que no vemos, como no sea a través de la materia o de palabras que definan parece que no se puede estar conectado. Sinceramente, es un don desaprovechado para el incrédulo.

Es revelador eso de sentirse un poco avatares. Bien es verdad que para llegar a entender lo que quisiera explicarte hay que estar conectado principalmente con la naturaleza. Debemos reconocer que el mundo tiene acuciantes problemas que resolver y nosotros estamos inmersos en pequeños problemas, la mayoría de ellos evitables si tuviésemos una amplitud mayor de miras. Tener una plena atención a todo lo que verdaderamente merece la pena disminuye la carga. Pero esto parece ser algo que al sistema no le interesa y por eso nos tiene entretenidos con el independentismo, obnubilados con el consumismo, atrofiados con la televisión basura, separados por tanta intolerancia, sometidos, empeñados en el afán por poseer cosas, ideas, personas… La meditación, si algo enseña es que cuando no se tiene nada se dan más oportunidades al ser. Leí hace poco que para estar conectado es preciso hacer exactamente lo contrario a lo que nos han enseñado: no correr, sino parar; no esforzarse, sino abandonarse; no ponerse metas, sino simplemente estar.

Hay hermosas historias que nos enseñan y nos hacen entender un poco más eso de las conexiones entre personas. Yo tengo una que contarte. María hace años que se fue de mi lado a vivir a Sevilla. Brillante alumna con la que me une algo más mágico que la enseñanza reglada. Esta semana he sabido de ella y lo primero que me comentó fue que ya le quedaba poco tiempo para cumplir los dieciocho y lo primero que iba a hacer era tatuarse la palabra inmarcesible. Un poético adjetivo que le enseñé siendo pequeña del que se quedó prendada y no ha olvidado. Lo asocia conmigo porque después de muchos años dice que mi alma no se ha marchitado. En realidad, son miradas como la suya las que la mantienen lozana.

Las historias de amor verdaderas te conectan con lo que realmente tiene sentido.

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