YO lo llamo el independence day, así en inglés, que suena como más contundente. Lo llevaba esperando meses y por fin llegó, como todos los años, sin hacer ruido, el lunes pasado. Como yo son muchos. Lo recibí en chanclas y bermudas, que es el uniforme oficial del que afronta el comienzo de unas vacaciones. Porque una cosa es dejar de trabajar durante un tiempo, que eso ya sucedió en junio, julio o agosto, y otra la inauguración de un periodo en el que uno puede dedicar un ratito a leer, a ver la tele, a bostezar o a encontrarse con un amigo. Hay quien se apunta a un gimnasio y quien acude, hasta con nerviosismo, al bar ese que no visitaba desde mayo. Supongo que el cambio de septiembre tiene incluso un impacto económico en las familias, pero sobre todo es psicológico. El mes se cuela en nuestras vidas y las hace, desde luego, distintas. Empieza el colegio. El que tiene hijos lo sabe.