ALGUNOS han llegado a considerar una indecencia los 94 millones de euros que ha pagado el Real Madrid por fichar a Cristiano Ronaldo. El presidente del club blanco, muy acostumbrado a las cifras mareantes que se manejan en el negocio del ladrillo, no ha perdido nunca la calma y ha asegurado que la operación le saldrá barata a la entidad. Me da la impresión de que la seguridad de Florentino Pérez radica en su perfecto dominio de los mecanismos que aflojan la bolsa de los memos. Los ricos no lo serían tanto sin el sudor y la candidez del paisanaje. Al día siguiente de la presentación de Cristiano, la tienda oficial del Real Madrid vendió 3.000 camisetas rotuladas con su nombre, hasta agotar las existencias. A ese ritmo, en un año el club habría amortizado la inversión realizada. Por supuesto, bajará el caudal de venta de camisetas, pero, teniendo en cuenta otras fuentes de ingresos extradeportivos que el jugador le proporciona al club, el negocio parece redondo incluso al margen del rendimiento futbolístico de la estrella. Por ahora, basta con que pasee imagen bajo los focos. Deslumbrar es el objetivo. Que todo resulte fastuoso. También las cifras en danza. Ya me imagino a algún dirigente negociando un megafichaje en estos términos: "¿Sólo 100 millones de euros? No, le doy 150 millones, que me conviene encandilar un poco más a la parroquia". La publicidad asociada al impacto mediático actúa como una droga que dispara necesidades muy artificiales. 85 euros cuesta una camiseta con el número 9 de Cristiano Ronaldo. No sé si estoy en lo cierto, pero a primera vista parece que se ha creado un nuevo impuesto para incautos.