La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Imbéciles, ignorantes y crueles

Que Ana Frank se convierta en disfraz de Halloween como si el Holocausto fuera un cuento de brujas es significativo

El ataque de imbecilidad e ignorancia global que padecemos desde hace tiempo, y no se olvide que ambas suelen ir unidas a las formas más groseras de crueldad, ha alcanzado una de sus cumbres con la venta on line en EEUU de un disfraz de Ana Frank para Halloween. Sabido es que los niños se disfrazan de brujas, vampiros, zombis y otros malos de cine, o de sus víctimas, en esta festividad tan entrañable, querida y arraigada en sus lugares de origen como hortera, invasora y extraña allí donde, como en España y tantos otros países, la globalización de la estupidez la ha exportado/impuesto.

Que la adolescente autora del famoso diario, gaseada junto a su familia en Auschwitz, se iguale a personajes de cuentos, tebeos o películas y que el Holocausto se integre en Halloween con este disfraz (vestido azul marino, boina verde, mocasines negros y pequeño bolso marrón al hombro) que se anuncia diciendo "su hija puede convertirse en una heroína de la II Guerra Mundial", es desmoralizante además de repugnante. De ahí a que se creen videojuegos de deportaciones, cámaras de gas y crematorios hay un paso que parece difícil pero no imposible que se dé.

Algunos puntos de venta lo han retirado y otros lo mantienen justificándose diciendo que se trata de un disfraz de "chica evacuada en la Segunda Guerra Mundial". Aunque así fuera, que no lo es, ¿es lícito convertir el sufrimiento de los niños evacuados en disfraz de Halloween? ¿Confunden estos canallas, y los canallas que lo compren, a los niños reales víctimas la Segunda Guerra Mundial -evacuados, deportados o asesinados- con personajes de ficción? La Liga Antidifamación y el Centro Ana Frank para el Respeto Mutuo han denunciado con indignación justificada que convertir a Ana Frank en un disfraz de Halloween "es ofensivo y trivializa su sufrimiento así como el de millones de personas durante el Holocausto".

Trivialización es la palabra clave. Trivializan quienes no conocen otro valor que el de las mercancías ni tienen más ética que la del beneficio. Trivializan quienes confunden la realidad y la ficción. Trivializan quienes educan en la ignorancia de la historia y el desprecio a los sentimientos. Y trivializan quienes han convertido la violencia y la crueldad extrema más groseramente representadas en mercadería de cómics, películas o videojuegos para niños, adolescentes y jóvenes. Imbéciles. Ignorantes. Crueles.

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