La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Igualico que su agüelico

El argumentario podemita contra los constitucionalistas se parece al franquista contra la II República

Franco vive. No resucitó, como en las justamente olvidadas novela y películas de Vizcaíno Casas y Gil. Tampoco lo consideran vivo sus (afortunadamente) escasos fans, como hacen los de Elvis. Lleva 42 años muerto, aunque el juez Garzón no acabara de creérselo y pidiera su certificado de defunción. Sólo vive en las actitudes y palabras de los golpistas secesionistas catalanes, los podemitas y sus sucursales regionales.

Oigan a Puigdemont diciendo que se "ha emprendido el peor ataque a las instituciones y al pueblo de Cataluña desde los decretos del dictador militar Francisco Franco aboliendo la Generalitat de Cataluña". Muy cierto: pero Franco esta vez son él y los suyos cargándose el Parlament y el Estatut desde el 6 y el 7 de septiembre, destrozando lo que Taradellas -ayer hizo 40 años, triste forma de conmemorarlo- inició tras el largo paréntesis franquista: la restauración de la Generalitat y de Cataluña como parte de un Estado democrático en el que las regiones tienen los más altos niveles de autogobierno conocidos en Europa. Puigdemont, los suyos y sus antecesores son quienes han perseguido una lengua -el castellano- y multado a quienes la usan, quienes están empeñados en cargarse la señera cambiándola por la estelada y quienes han suspendido la vida parlamentaria catalana.

El domingo intervinieron en El Objetivo de Ana Pastor los portavoces parlamentarios del PP, PSOE, Ciudadanos, ERC, Podemos y PDeCAT. Cada vez que los tres últimos abrían la boca no había forma de que saliera una verdad por ella. Mienten con tal convicción que elevan sus mentiras a la categoría de interpretación. Carles Campuzano lo hace con tono suavón y jesuítico, Joan Tardà con convicción interiorizada digna del Actor's Studio. Pero la señora Montero les superó a todos al recurrir a los mismos argumentos con que los historiadores franquistas deslegitimaban a la Segunda República en los programas históricos de TVE. Montero hizo un Ricardo de la Cierva -el asesor de aquellos programas- al argumentar que los casos de corrupción del PP deslegitimaban al Gobierno (y con ellos al "bloque monárquico") como defensor del Estado de Derecho frente al golpismo catalán. Lo mismo hacían los franquistas sacando a relucir la corrupta partitocracia, el estraperlo, el escándalo Nombela o a Negrín y el oro de Moscú para justificar el golpe del 36. "Igualico, igualico queldefunto de su agüelico", que decía la abuela de Agamenón en el Tío Vivo.

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