LUZ Y TAQUÍGRAFOS

Miguel Alberto Díaz

Gonzalo Arias, descansa en paz

COMENZABAN los 80 y un loco maravilloso se atrevía a provocar a las siempre tiesas y estiradas diplomacias española y británica, saltando en varias ocasiones la verja que aislaba, que nos aislaba a todos, del territorio siempre fértil del diálogo y la comprensión.

Así evoco las primeras impresiones que me causó aquel sabio de pelo cano, al que he admirado y admiraré siempre, porque me recordaba la rebeldía de esos niños curiosos que lo cuestionan todo.

Se han cumplido hace pocos días 25 años de la apertura de la Verja y, al igual que entonces, pocos han sido los que se han acordado de una persona que fue detenida una y otra vez por perseguir el sueño de que los pueblos se pudieran abrazar.

Este militante activo de la paz encabezó protestas contra la dictadura, el establecimiento de bases militares, las torturas policiales o la interminable carrera armamentística, siempre desde la no-violencia, lo que provocaba un gran desconcierto en las instituciones que calzaban botas altas de rancio castrense y que sólo le respondían con la cárcel.

Gonzalo Arias sufría por cada atrocidad que se cometía en el mundo y nunca pudo superar el dolor que sentía por las víctimas de los genocidios nucleares de Hiroshima y Nagasaki, o la utilización inhumana en las guerras de los frágiles niños soldados.

Cuando ocupaba un puesto permanente en la UNESCO, pudo conocer de manera directa cómo el fantasma de la guerra y la violencia lo inundaba todo.

Pero optó por la vida sencilla y se vino a vivir a La Línea y, en la rica tierra de su huerto del Zabal, acogió una acampada que precedía la VII Marcha Antimilitarista, que fue reprimida con la detención de 80 pacifistas.

Apoyó los movimientos de objeción de conciencia y se autoinculpó, como muchos de nosotros, para que los insumisos no estuvieran solos ante los tribunales. Hoy, el servicio militar no es obligatorio.

Durante la lucha popular en Tarifa contra a la instalación del cable, su hijo, Mario Arias nos instruía sobre cómo resistir a la represión de las cargas policiales, pero siempre desde la no violencia.

La familia de Gonzalo y todos los que seguimos su trayectoria, hemos quedado impregnados para siempre de su bondad, su tenacidad, su paciencia, humildad y honradez que siempre nos han admirado y que han quedado como un poso en nuestra memoria.

Estoy seguro, amigo lector, de que Gonzalo Arias estará ahora preparando alguna movilización pacífica en el Cielo con sus geniales compinches Mahatma Ghandi y Martin Luther King.

Su buen humor, su valentía, su humildad, nos llegarán sin duda a través de ese hilo invisible que une para siempre a las personas geniales que ya se han ido con los que aún no hemos emprendido viaje.

Hasta siempre, Gonzalo Arias. Descansa en paz. En la paz por la que tanto luchaste.

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