EL secretario de Organización del PSOE andaluz -inminente vicesecretario general-, Luis Pizarro, pronóstico hace años, en vísperas de unas elecciones municipales: "Vamos a espantar unas cuantas gaviotas del mapa de Andalucía". No hace falta aclarar que la gaviota era, y es, el símbolo del Partido Popular.

Como la paloma albertiana, que se equivocó, se equivocaba, Pizarro también erró en su voluntarioso augurio, y las gaviotas populares siguieron dominando casi todas las capitales andaluzas. Ahora la Junta de Andalucía ha emprendido una campaña de exterminio de la gaviota de Cádiz, que no es Teófila Martínez, no crean, sino la gaviota en sentido estricto: esa ave voladora que habita en las costas marinas e interiores, marismas y zonas adyacentes.

El problema de la gaviota es lo mucho que engaña. Tiene apariencia grácil y estética de diseño, pero su belleza esconde una condición depredadora y comemierda. La gaviota -insisto: el animal, no el símbolo de partido- causa daños en la vegetación y los edificios, arrincona y exilia a otras aves más pacíficas y contamina las aguas. Se alimenta básicamente de detritus, lo cual parece beneficioso, pero también los genera en gran cantidad y corrosividad. Al contrario que el lince, comodón y señorito, la gaviota es adaptable y oportunista, no le hace ascos a nada. Además, cumple a la perfección el mandato divino: creced y multiplicaos.

En la provincia de Cádiz se han multiplicado tanto (hay cuatro mil parejas censadas, a las que habría que sumar las irregulares) que ya no se conforman con los peces que capturan en el mar y las basuras que pillan en los vertederos. Últimamente se dedican a buscar comida en los mercados de abastos y los patios de colegios, y lo hacen en plan agresivo. Ya no estamos hablando, pues, de daños en el patrimonio monumental, como los que traen las palomas, sino de escenas sacadas de Los pájaros de Hitchkock. Eso justifica la declaración de guerra de la Junta, sección Medio Ambiente, que está procediendo a aniquilar colonias, destruir huevos y hasta perseguir a los ejemplares adultos a tiro limpio.

Lo único que medio salva a las gaviotas es analizarlas desde la perspectiva de género: gaviotas padres y madres comparten la incubación de los huevos y el cuidado y alimentación de los polluelos. Algo es algo, pero, salvo que Bibiana Aído considere esta paternidad paritaria e igualitaria criterio suficiente para salvar a la gaviota gaditana, ésta será reprimida sin compasión.

Tengo yo un amigo cultureta que, hace veinte años, ya presagiaba la maldad de estas aves parodiando unos versos de su más exhaustivo poeta: "Gaviota, gaviota, no me toques las pelotas".

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