La Estrella de Andalucía

Músicos y no músicos de la vieja Europa se rindieron ante sus formas y la gracia sutil de sus encantos

Encontrar un personaje del inmenso y rico mundo de la Hispanidad al frente de una orquesta filarmónica de la dimensión de la de Viena -la capital musical de Europa-, es para cualquier español una noticia grata. El impresionante concierto de Año Nuevo, que cuenta, dícese, con una audiencia estimada de cincuenta millones de personas en cerca de un centenar de países, estuvo dirigido en esta ocasión por un joven músico venezolano, Gustavo Dudamel. Solamente, creo, otro hispano ha tenido ese honor, el argentino Daniel Baremboin, que subió al podio de la "Musikverein", la dorada "gran sala" (Großer Saal) de la bella capital austriaca, en Año Nuevo, en 2009 y en 2014.

En el repertorio llamaba la atención la Pepita-Polka de Johann Strauss (hijo), o Strauss, el músico a cuya obra está consagrada la mayor parte de un programa en el que abundan las polcas y las marchas. Entre éstas existe una de la que también cuelga el diminutivo del nombre español. Me refiero a la Pepita-Marcha o Pepita-Marsch. Resulta pues que en la extensa obra del más prolífico de los Strauss, hay una Polca de Pepita y una Marcha de Pepita, lo que no deja de ser un hallazgo pintoresco entre la vigorosa fonética alemana. Pues todo se debe a una bailarina andaluza, gitana, nacida en el malagueño barrio de El Perchel, que entusiasmó a media Europa, allá por el ecuador del siglo XIX. Pepita de Oliva (Josefa Durán Ortega) apareció en los años cincuenta en los escenarios alemanes y le rompió el corazón a más de uno. Músicos y no músicos, prohombres de la alta burguesía y de la aristocracia de la, ya por entonces, vieja Europa se rindieron ante sus formas y sus movimientos, ante sus gestos y la gracia sutil de sus encantos, y ante su modo de interpretar la música. La Estrella de Andalucía, como era conocida en los ambientes musicales centroeuropeos, había tomado el nombre artístico de su marido, el profesor de danza, Juan Antonio Gabriel de la Oliva, de quien se separó pronto. En París se unió al diplomático inglés Lionel Sackville-West, barón de Sackville, tuvo cinco hijos y murió de parto en su residencia palaciega de Arcachon, cerca de la capital francesa, cuando sólo tenía 41 años. Su nieta Vita Sackville-West, fue una conocida escritora inglesa, probablemente amante de Virginia Woolf, una de las figuras más importantes, junto a Kafka, Joyce o Mann, del llamado modernismo literario del siglo XX.

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