El pasado viernes a la plazoleta San Isidro primero me llevó el cariño y la admiración por Rosa Romojaro, el placer de asomarme a su mirada poética para descifrar destellos de conciencia; después, la deferencia de los organizadores del acto al contar conmigo para poder demostrárselo públicamente. Tras veinte ediciones por fin en la veintiuna el reconocimiento era femenino y además con alguien de tanto peso como ella: poeta, ensayista, crítica literaria, catedrática de Universidad de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en Málaga, pertenece a las Reales Academias de Córdoba y Antequera, también a la Comisión Asesora del Centro Andaluz de las Letras… y sigue. Su actividad académica ha sido reconocida con diversos premios como también lo ha sido la creativa. Y no sé si pesa más su trayectoria o la discreta manera de llevarla a cabo. No es de exaltar sus méritos ya que su personal esencia, esa donde se fundamenta su grandiosa estructura humana, es la sencillez.

La plazoleta no se llenó como otros años y faltaron a tan merecido reconocimiento demasiadas plumas de la comarca que hubiesen tenido la oportunidad y casi la obligación de agradecer con su presencia la aportación de un legado de gran peso y la trayectoria intachable de esta ilustre algecireña. Pero ya se sabe que la labor de la mujer, incluso en estos ámbitos y a estas alturas, es menos reconocida digan lo que digan. Viene de largo. Las mujeres estamos preparadas y cualificadas para alcanzar cualquier objetivo pero la igualdad que demagógicamente se promueve es simplemente para lavar conciencias. Justo en el escenario se recordó a mujeres a la sombra de otras generaciones que no fueron menos importantes aunque la historia y la sociedad no les hayan dado su sitio. Había casi más gente que de fuera habían venido a rendirle homenaje que de su ciudad y alrededores. Cosas que pasan y no se explican.

Ella fue feliz, que es lo importante, rodeada de amigos y su familia que es la que sabe darle verdadero valor a la persona: a la madre, a la esposa, a la hermana, a la abuela, a la tía… Le supo a bueno lo que tuvo, que no fue poco. Como una niña emocionada y temblorosa subió a decir unas palabras. Investigadora y docente incansable, reconoció querer tiempo para acabar su obra poética ya que afirma tener mucho que decirnos todavía. Esa es una maravillosa noticia para los que admiramos su perfección formal y su profundidad creativa.

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