ésta ha sido una semana de cinco mil millones sacados de una chistera. Como buen Gobierno entrante, nada más tomar posesión, el nuestro aplica la cirugía presupuestaria con un bisturí tributario. Ya comentamos en estas páginas cómo mediante la eliminación de deducciones a grandes empresas más la subida de impuestos sobre consumos poco saludables como el tabaco, el alcohol duro, las bebidas azucaradas y, tarde o temprano, los carburantes, Montoro hace socialdemocracia fiscal de pata negra: con ese arreón de buena venta social, el Gobierno pretende meter los cinco mil millones de marras, apuntalar en algo las procelosas cuentas públicas y hacer ver al tutor europeo que estamos en ello. Unas medidas tan razonables como plausibles. Distinta consideración merece la sorprendente y testimonial propuesta del Ministerio de Hacienda de prohibir transacciones en efectivo por encima de los mil euros para reflotar a la economía sumergida. El pagar con billete ya es una práctica gagá en países desarrollados, absolutamente internetizados y fiscalmente implacables como algunos nórdicos. No aquí. Si la pequeña reforma de emplaste y pintura de un hogar de ancianos andaluces no puede ser pagada al autónomo en billetes, sino que se obliga a los clientes -no pocos, infratecnológicos- a hacer una transferencia digital o a llegarse a la cada vez menos amistosa sucursal bancaria, estamos fastidiando tontamente al autónomo y al anciano. Es ridículo, inútil, cosmético.

Para luchar contra el dinero negro y hacer que éste aflore y retorne sus impuestos legales a las cuentas comunes por las rentas que obtiene en la economía común -la pública-, hay que dejarse de matar moscas a cañonazos mediante medidas que, además, dificultan el comercio y el empleo menor. El dinero negro canceroso es el que huye y evita sus obligaciones fiscales en los países donde se obtienen. Es simple, y a la vez difícil de pillar: es en los paraísos fiscales de Messi, Ronaldo, Bárcenas, el vecino ricacho y nada pagador que silba ocultón, no pocas grandes fortunas tan españolistas como poco patriotas, las facturaciones internacionales cruzadas de corporaciones bien asesoradas, es ahí donde está el dinero que le falta al Estado. La complejidad reside en que atacar este problema es algo de dimensión planetaria, que no está en la mano de un Estado u otro, sino de un verdadero acuerdo global. Y, no se olvide, en el dinero del tráfico de drogas. Legalize it, don't criticize it, decía el gran Bob Marley. ¿Utopía? Vale. Sigamos yendo contra el billete. Sigamos haciendo comedia.

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