Diablo mundo

De un tiempo a esta parte, abundan los líderes mundiales que parecen personajes del cómic o los dibujos animados

Las borrascosas primeras semanas de mandato del nuevo presidente de los Estados Unidos están demostrando que pecaban de optimismo quienes confiaban en que sus bravuconadas de campaña quedarían olvidadas durante el ejercicio del cargo. Cabe lamentar que vaya a ser un individuo tan estrafalario y evidentemente obtuso -no deja de ser llamativo que algunos argumenten su improbable valía a partir del éxito en los negocios, lo que más bien corrobora que no hace falta ser un lince, ni desde luego un dechado de virtudes, para ganar mucho dinero- el primero de la historia de Occidente que se propone cumplir a rajatabla sus promesas electorales, pero no es nuestra intención discurrir sobre los arcanos de la política internacional, sino manifestar el asombro ante la deriva caricaturesca que de un tiempo a esta parte caracteriza a unos líderes que parecen personajes del cómic o los dibujos animados.

Teníamos al espía musculado -tan admirado por los machotes- que recurre al plutonio para eliminar a los disidentes, a los supervillanos barbudos que dirigen desde cuevas ignotas ejércitos de juramentados, al gordito cardado y demás fascinantes miembros de la saga comunista reconvertida en familia reinante, al busero fanfarrón que se comunica en trance con el caudillo difunto... Y ahora, esto. Si se tratara de criaturas inventadas, pensaríamos que a los guionistas, por exceso de ingenio o abuso de estupefacientes, se les ha ido la mano, pero lo cierto es que esos señores existen y crean problemas graves ante los que no es posible recurrir a una patrulla de mutantes buenos o a aliados extraterrestres que se los lleven a otro planeta.

El yanqui del pelo amarillo se está ganando a pulso un proceso de destitución -todos aprendimos la palabra inglesa cuando el asunto de la becaria y los cigarros puros- que ya piden algunas personalidades de su propio partido. Viéndolo arrastrar la corbata colorada por esos aeropuertos y con una mirada no sabemos si extraviada, pero sin duda inquietante, se entiende que un grupo de psiquiatras se pregunte públicamente por su equilibrio mental, lo que necesariamente extiende la duda al de sus millones de votantes. Sería razonable que quienes tienen la potestad constitucional iniciaran más pronto que tarde el procedimiento y es de esperar que ello ocurra antes de que los generales -citados por el que llaman perro loco u otro de los fichajes no dimisionarios- se reúnan en la sala de planos o el ya famoso niño, que tiene además razones para estar enfadado, encuentre el modo de llegar hasta el teléfono rojo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios