Línea abierta

Santiago Galán / Pareja

Desilusión, disciplina y esperanza

Ha llegado la hora de la verdad, el próximo día 9 de Marzo España y Andalucía se juegan su destino en las urnas, los electores tendremos la voz y el importantísimo e imprescindible voto que decide el destino que ha de regir ambas durante los cuatro años siguientes.

Por fin se ha de oír de verdad lo que tenemos que decir los de a pie, los de la infantería social, los que alimentamos el sistema con nuestros impuestos, los que sufrimos en nuestras vidas las decisiones de los elegidos, los que pondremos a cada uno en su lugar, los que, más allá de cualquier encuesta, tenemos la última palabra.

Esta es la gloria de la democracia, tenemos el derecho y la responsabilidad de decidir mediante nuestra participación, sobre quién recae la difícil tarea de regir el destino de nuestro futuro, quién va a gobernar el barco de nuestro bienestar, quién va a decidir cuánto, cuándo y cómo se van a invertir nuestros impuestos, qué línea va a seguir nuestro país y nuestra comunidad en sus relaciones exteriores, qué medidas se van a tomar respecto al empleo, la educación, la sanidad, la economía, las infraestructuras, el terrorismo, la inmigración, la igualdad entre sexos, y hasta la más nimia de nuestras relaciones quedarán reflejadas en los programas electorales de los partidos que nos bombardearán los políticos durante la ya más que inminente campaña.

Podremos elegir libremente entre ellos a los que nos parezcan más competentes, con un programa más cercano, más realista, más completo o más acorde con nuestra propia realidad personal, nuestros gustos políticos o nuestro color ideológico.

Lo que desgraciadamente no podremos elegir es precisamente a los políticos, sí, a esos a los que poder elegir después, parece un sin sentido pero de lo que se trata es de elegir también a quien se va a presentar después a la elección general, no podemos intervenir directamente en ese parto de los montes que es la elección de los candidatos, ese es un trabajo reservado en exclusiva a los partidos políticos.

Hay que aclarar esa diferencia entre política y partidos, esa metonimia abocada a la cacofonía. El problema estriba en que cuando las carreras políticas no dependen de los electores sino de los partidos y cuando las únicas elecciones reales a las que se presenta un diputado no son las de su distrito electoral sino las que se celebran a escondidas en los pasillos de la burocracia de su partido, el principio representativo queda radicalmente adulterado. Y cuando esa estafa moral y política se convierte en un medio de vida para el político, el propio partido pierde su legitimidad y su eficacia.

Qué méritos deben acompañar a un candidato para que sea considerado para acceder a esa condición, debe responder la elección a un sistema de cuotas o simplemente con que cuente con la simpatía del aparato es suficiente, sin importar los méritos de su agrupación, su persistencia en el cargo o su ineficacia en la gestión en anteriores legislaturas. ¿ Para cuando la renovación?, ¿Por qué siempre los mismos elegidos por los mismos?.

En La Línea, donde gobierna el Partido Popular desde hace cuatro legislaturas, tres de ellas con mayoría absoluta, con un partido local muy activo y sacrificado con el resto de la comarca y la provincia, vemos con desilusión que volvemos a ser excluidos de las listas de candidatos en puestos de salida, mientras otras agrupaciones provinciales y comarcales, con menos méritos objetivos vuelven a ser agraciados con el premio de la representación, complicado juego de poder que pone en entredicho una y otra vez el mensaje de la renovación y la igualdad de oportunidades para todos, donde agoniza el argumento aplastado por la consigna, y donde se tensa tanto la cuerda que no se parte a fuerza de ejercer la responsabilidad que no parecen tener otros y una disciplina a prueba de oportunismos nunca valorada lo suficiente desde los altos despachos del aparato.

Mantengo la esperanza que algún día, la democracia será plena y llegará también al interior de esos partidos, que los militantes podremos desde nuestra posición elegir y ser elegidos para representar a nuestros conciudadanos en las labores de gobierno, no sólo de nuestra ciudad sino de nuestra comunidad y nuestra nación, por el mérito de haber plantado y mantenido bien alta una bandera en una comarca donde nunca otra igual ha ondeado y en una provincia donde banderas como la nuestra son una rara avis, quizás porque esas mismas elecciones a candidatos no se hacen de cara a la militancia, con transparencia y con participación.

Yo no creo en un destino que tengamos que sobrellevar sin remedio. Creo en un destino que tendremos que sobrellevar irremediablemente si no hacemos nada.

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