Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Desaparecidos

Todo dinero destinado a las políticas de cooperación para el desarrollo no será jamás un gasto, sino una inversión

La noticia sobre la muerte de medio centenar de personas puede ser la portada de un periódico, ocupar apenas una columna o ser incluso obviada por completo. La muerte, como el paso por el retrete, nos iguala a todos, pero también tiene sus categorías. Hay quienes se pasan la vida haciendo sus necesidades en un váter con música incorporada, mueren en una cama con dosel y cuentan con un sentido obituario como homenaje. Y hay quienes solo han podido limpiarse el culo con hojas, dicen adiós a este mundo atrapados entre olas y reposan en el fondo del mar sin que nadie recuerde sus nombres. Siempre podremos excusar nuestra falta de interés llamando a los muertos "desaparecidos", aunque sabemos que el mar devuelve cadáveres los cuerpos que engulle. Los últimos 49 salieron desde el África subsahariana hace meses y emprendieron el último jalón desde una playa de Marruecos, a bordo de una embarcación neumática desecha a pedazos en medio del Mar de Alborán. Nadie podrá poner flores sobre sus tumbas inexistentes, como tampoco sobre las de las 2.000 personas que se calcula han perecido solo en el Estrecho desde 1997 tratando de tocar suelo europeo.

El llamado G4, formado por España, Marruecos, Francia y Portugal, ha aprobado esta semana la Declaración de Sevilla, por la que estos países se comprometen a reforzar su cooperación contra los grupos dedicados al tráfico de personas, al contrabando, al crimen organizado y al terrorismo.

De entre las tareas pendientes, el G4 ha fijado su prioridad en combatir al yihadismo, cuyo impacto en Europa es evidente desde los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, pero sería un error centrar los esfuerzos en ese único punto. Las autoridades españolas tienen indicios suficientes para pensar que las redes del tráfico de hachís sirven como fuente de financiación de los yihadistas y lo mismo cabe pensar sobre las de tráfico de personas. Nadie mejor que la Policía y la Guardia Civil para saber que las redes criminales, una vez montadas, pueden adoptar múltiples variables y que la misma ruta que sirve para introducir droga o tabaco de contrabando puede también ser utilizada para hacer llegar a España armas, explosivos e, incluso, terroristas.

No menos importante es actuar contra la raíz del problema mediante una política de cooperación para el desarrollo desde el viejo continente y, especialmente, desde España como frontera sur con los países afectados. Todo dinero destinado al progreso social, democrático y económico de los países empobrecidos no será jamás un gasto, sino una inversión de futuro que beneficiará a todos. Para luchar contra el terrorismo, contra los narcos y para evitar que aumente la vergonzante cifra de desaparecidos.

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