En la república independiente de mi casa el tema Cataluña, la verdad, ocupa poco tiempo. Y no porque me resulte un tema baladí, es por cansino. Con un pequeño momento que sintonizo temprano la radio ya todo lo demás es repetir y repetir lo mismo. Informada estoy, pero no saturada; es muy distinto.

Y con toda la vorágine del simulacro independentista, el domingo pasado sí que me dio para un rato de profunda reflexión la película que la segunda cadena, en su programa dedicado al cine español, proyectó. Hablo de Techo y comida, que habla de lo primordial que el ser humano necesita para vivir y el drama que supone carecer de ello. Han conseguido que nos sepamos de memoria el artículo 155 mientras parecen olvidados por completo los artículos que sostienen mucho más la armoniosa convivencia de un país o una comunidad, y principalmente la de un hogar; y cada hogar, amigo, es más que un país, es un "mundo".

Natalia de Molina, que con su trabajo fue la indiscutible ganadora de un Goya en 2015, clava el papel de madre soltera joven, sin trabajo, que día a día lucha con los fantasmas del abismo de la pobreza, con el temor a que le quiten a su hijo y con el peso de la vergüenza. Ambientada en Jerez, aquí al ladito, más que una película parece un documental por lo veraz del hecho narrado, por la dolorosa verdad que encierra y por los reales estragos que produce.

Hay muchas familias que se encuentran en esta situación de pobreza y que ven peligrar su techo y para ellos no hay grito de la ley ni derechos ni horas y horas en los medios. Y es sobre eso sobre lo que tendrían que estar los noticiarios todo el día informando, pero no a nosotros que poco tenemos que hacer nada más que compartir lo que tenemos, sería a los responsables, a los que manejan nuestra economía y no nos perdonan ni un solo pago. Me pregunto muchas veces si el dinero con el que contribuyo sirve para que un político vaya en primera en lugar de turista o para que una familia tenga solucionada su despensa una temporada. Porque la verdad, hay una gran diferencia.

Cansada estoy de guantes blancos, demasiados miramientos y comodidades para los que dicen defender nuestros intereses; mientras, los acuciantes problemas de vecinos sin rostro no se solucionan. Seré sincera: ¿crees que ante esto me voy a despeinar por el 155?

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