El mástil

Curro Espinar / Curro_espinar@hotmail.com

Cuchillos afilados

EL ejercicio de la política es además de desagradecido, irónico y cruel. Cuando pasan las cuarentenas poselectorales, todo vuelve a una aparente normalidad. Esta calma no es más que la consecuencia de la no profesionalidad de nuestros políticos.

Es más que obvio que transcurridos unos meses, esas promesas de vigilancias suspicaces por parte de la oposición se quedan en aguas de borraja. Cada mochuelo vuelve a su olivo y el gobierno de la Corporación se queda a sus anchas, haciendo y deshaciendo sin que nadie pueda más que intuir los leves chasquidos que suenan tras las pisadas de determinadas líneas rojas que todos entendemos sagradas (o al menos eso quiero pensar).

Pero la diversión empieza justo ahí, si el ejercicio de la política obliga a pactos, susurros, alianzas, traiciones y dado que la oposición hace dejación de deberes, los propios compañeros de bancada se convierten en fieros enemigos, compañeros momentáneos de viaje, y practican un juego terrible que busca cortar cabezas para ascender algún número de cara a los siguientes comicios.

Para muestra un botón: Algeciras, La Línea y San Roque son claros ejemplos de gobiernos sin oposición donde la verdadera batalla se encuentra entre los propios compañeros de bancada, siendo en algunos casos tan obvias las guerras internas, que provocan que nuestros gobernantes se preocupen más de buscar alianzas para mantener el sillón que de la propia gestión pública, y así nos va queridos lectores.

Es más, metiéndome en arenas movedizas os diré que no hay nada más antidemocrático que un partido político, donde una promoción interna supone no pocas hipotecas que alguien se encargará de cobrar en su momento con suculentos intereses.

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