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josé aguilar Ignacio Martínez

Corrupto hasta las trancasPedro nos quiere gobernar

Era una trama del PP, no contra el PP como dijo Rajoy, y creó un sistema de corrupción institucional que duró añosEl secretario del PSOE no convocaría elecciones de inmediato. Intentaría coger aire en La Moncloa

La alegría le duró un suspiro al PP. Como a perro flaco al que todo se le vuelven pulgas. Disfrutó unas horas de la soñada estabilidad, las que van de la aprobación de los Presupuestos Generales de 2018 a la sentencia más dura y contundente por corrupción política. Su corrupción política. La de un pasado que nunca acaba de ser pasado. No hay manera de enterrarlo, como avisó Borges. Al contrario, el pasado será el que probablemente entierre al PP. Está en ello.

Porque la sentencia de la trama central del caso Gürtel condena severamente a 29 de los acusados (351 años de cárcel, 51 para el jefe de la mafia), pero sobre todo condena al Partido Popular por corrupto. "Esto no es una trama del PP, es una trama contra el PP", bramó Mariano Rajoy en 2009, cuando se destapó la red de cobro de mordidas por la adjudicación de contratos públicos liderada por Francisco Correa. Justo a su lado, en aquella comparecencia patética, estaba Ana Mato, ahora condenada a devolver el dinerín con que la red corrupta la agasajaba. Y estaban otros.

La Audiencia Nacional ha sido tajante: fue una trama del PP. Trama orquestada y dirigida por personajes del PP, como el tesorero nacional del partido, Luis Bárcenas, como los consejeros y alcaldes principales sentenciados esta semana o como el mentado Correa, que dijo en el juicio que él pasaba más tiempo en Génova -la sede- que en su despacho privado. Trama que creó "un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional a través de mecanismos de manipulación de la contratación pública central, autonómica y local" ( parrafito extraído de los 1.687 páginas de la sentencia). Trama que ha batido un récord nacional en la comisión de delitos probados, que alcanza la docena, y de la que fue partícipe a título lucrativo una entidad jurídica llamada Partido Popular, forzado a devolver los 245.000 euros de los que se lucró "sin ser consciente de su origen ilícito".

Por si fuera poco, la Audiencia Nacional parece avanzar el fallo sobre un caso paralelo pendiente aún de juicio: los papeles de Bárcenas -o sea, la caja B del PP-, que registraba las comisiones y los sobresueldos. La sentencia del jueves afirma que no quedan dudas de su existencia y, de paso, no da credibilidad al testimonio prestado al respecto por el mismísimo Rajoy. No es verosímil, dicen los jueces. Como si hubiera mentido al tribunal...

Espero que nadie vuelva con la monserga de que la Justicia trabaja a favor del PP.

DESDE que hace un año le ganara las primarias del PSOE a Susana Díaz, a Pedro Sánchez se le ha visto y oído poco. Ayer encontró una manera de ponerse en el escaparate nacional al presentar una moción de censura, que por primera vez en las cuatro ocasiones que ha habido podría tener los votos suficientes. Es una suma difícil y heterogénea, pero lo lograría con Podemos y los nacionalistas. Aunque en España se ponen las mociones de censura para desgastar al Gobierno, en esta ocasión el endeble secretario general del PSOE tiene un triple premio. Reaparecer en escena, desgastar aún más al PP, un partido gobernante que se tambalea sonado en el ring, y poner en un brete a Ciudadanos, la potente fuerza emergente.

A cambio de estos beneficios, Sánchez sin consultar a otras fuerzas políticas ni a los barones de su organización, ha acaparado el foco que los españoles tenían puesto en la sentencia de Gürtel. El tribunal ha condenado al PP como beneficiario de la trama corrupta, ha puesto durísimas penas a su ex tesorero y su conseguidor, considera que existía una Caja B y no se cree el testimonio de sus dirigentes, incluido el del presidente del Gobierno. En cualquier país de Europa el primer ministro habría presentado la dimisión. En España, Rajoy se agarra al poder como una lapa y lanza el mensaje del miedo: esta moción es mala para la recuperación económica y perjudica los intereses generales.

Es una opinión egoísta. Quizá lo más sensato sería una convocatoria de elecciones por parte de Sánchez en caso de ganar, o por parte de Rajoy a cambio de que el líder del PSOE retire su moción, como pide C's. Unas elecciones generarían incertidumbre, pero un cambio de gobierno sería percibido como esperanzador en ámbitos económicos y diplomáticos. Pero Sánchez ya ha dicho que no haría tal cosa. Él quiere gobernar y coger aire en La Moncloa a ver si tiene más suerte en las próximas generales. También aduce intereses generales: la normalización, atender a las necesidades de los españoles… Y pide a los demás que le voten por responsabilidad y generosidad. Esta última está usada con propiedad: hay que tener generosidad para dar el gobierno de la nación al partido que va cuarto en algunas encuestas.

Así las cosas, la inestabilidad de España en los próximos días se unirá a la italiana, deteriorando el flanco sur del euro. Y entre los desastres de la moción de censura, a Rajoy se le olvidó añadir que le va a dejar sin presenciar la final de la Champions. De ahí acaso su enorme disgusto. Vaya por Dios.

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