LAS Naciones Unidas, la Unión Africana, la Unión Europea y otras instituciones dedican atención a los movimientos masivos de población. Tanto Europa como Estados Unidos viven un momento en el que la inmigración se ha convertido en un elemento central y, en el caso de Estados Unidos, de su política.

En la Unión Europea es mayor la preocupación entre aquellos que comparten frontera entre el mundo pobre y el rico, como son los casos de España, Portugal e Italia, pero no existe una política comunitaria al respecto. Si bien la inmigración ha estado considerada como un problema coyuntural y particular de cada país, parece evidente que cada vez más se acepta el hecho de que se trata de un fenómeno estructural y ligado a la globalización.

En particular, España está viviendo la llegada masiva de inmigrantes de manera irregular, como nunca antes había sucedido, lo que ha intensificado el debate público sobre la inmigración y ha forzado al Gobierno a buscar nuevas soluciones. No se trata ya de aplicar medidas puntuales, sino practicas una verdadera política de inmigración en dos frentes: controlar los flujos ilegales y acomodar a los recién llegados mediante medidas integrales que sean coordinadas con todas las administraciones que tienen responsabilidades con los inmigrantes. El Plan África, la Conferencia Ministerial sobre Migraciones y Desarrollo, y la Cumbre entre la Unión Europea y la Unión Africana, entre otras, están marcando un intenso calendario con el objetivo de encontrar nuevas vías que arrojen luz y soluciones duraderas al movimiento masivo irregular de personas.

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