La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Convergencia en el saqueoTarentola mauritanica

Los directores del Palau han desnudado el secreto de sus jefes: usaron la entidad para financiarse mediante mordidasDebajo de tanta admiración al autodidacta y al hombre hecho a sí mismo late un rechazo oscuro al aprendizaje

Entre la retranca y la sorna preguntó el fiscal del caso Palau de la Música por qué la mordida recibida a cambio de la adjudicación de obras públicas de la Generalitat pasó del 3 al 4%, y el antiguo número dos de la entidad contestaba con sonrisa cómplice: porque Convergencia quería más dinero. Su jefe, el número uno del Palau, había adelantado el día antes la misma confesión.

Las dos M de la intermediación para el expolio, Millet y Montull, no fueron del todo exactos. El 3% que dejó Pasqual Maragall enmarcado para la historia tuvo que subir al 4% -sobre el precio final de la obra adjudicada, fuera una línea de Metro o la Ciudad de la Justicia-, pero al beneficiado partido Convergencia Democrática de Cataluña sólo llegaba en realidad el 2,5%, quedando un 1% en los bolsillos de Millet y el 0,5% en los de Montull.

Por muy nacionalistas y patriotas que fueran ambos, tampoco era cuestión de no cobrar nada por hacer de pantalla del saqueo: a Ferrovial se le garantizaba que la Generalitat le concedería una obra determinada, a continuación acudía al Palau de la Música a abonar el 4% de su importe simulando que patrocinaba alguna actividad del mismo y el tesorero de Convergencia visitaba el Palau para recoger la mordida, previo descuento de las comisiones de los dos directivos de la prestigiada entidad cultural. Así que a la pregunta del fiscal sobre si la subida del 3 al 4% había sido por el IPC (Índice de Precios al Consumo) tendría que responderse que no, que fue por el IVC (Índice de Voracidad Compartida).

La voluntad combativa de defender la causa común incluso a través de la financiación ilegal se ha quebrantado cuando los dos militantes colocados en el Palau a tal fin han caído en la cuenta de que ellos iban a comerse el marrón mientras que sus jefes políticos se irían de rositas. Por eso han desvelado el secreto a voces del que el pobre Maragall tuvo que retractarse y que el fracasado Mas sigue negando después de haber puesto la mano en el fuego por los ahora traidores y embusteros. Millet y Montull verán rebajadas sus condenas seguras, y Mas verá liquidada su remota posibilidad, y ambición, de ser otra vez candidato a la presidencia de la Generalitat. Remontada imposible.

Pero a mayor descubrimiento de la verdad siniestra del nacionalismo, mayor desvarío escapista: insist5en en el referéndum aunque su propio TC lo declare ilegal y dan un autogolpe de Estado para proclamar la república sin debate y en un rato.

OIGO en una radio musical de una cafetería a un cantante pop a pleno pulmón. Cuando acaba, el locutor dice que cada día lo admira más. Atiendo a ver qué hace el muchacho, aparte de cantar. Lo admira porque ha dicho que nunca jamás ha tenido un profesor, que ha aprendido a cantar solo, sólo oyéndose y corrigiéndose. "Guau", exclama la locutora motivada que hace pendant con el primer forofo y remata: "es para admirarlo el doble". Yo me quedo colgado de mi taza.

En líneas generales, ante quien presume de ser "un hombre hecho a sí mismo" siempre me debato entre decirle: "Se nota" o lo del escritor Palomino, que gritaba: "¡Chapucero!" En general, me callo, concentrado en admitir que algún mérito, desde luego, tendrán, porque también hay bastantes hombres que se han deshecho a sí mismos, y eso es todavía peor.

Lo malo del autodidacta, si no fue imprescindible, son sus oportunidades perdidas. Me lo sé desde mi adolescencia, porque una noche de verano fui a recoger a mi amigo Jorge Fernández-Tagle y, mientras esperaba a que se diese los últimos retoques de peinado, me senté con su padre en el porche. Entonces don Tomás me dijo, señalando muy serio a las salamanquesas del techo, que conocía a un señor que sabía muchísimo de salamanquesas porque se había pasado la vida observándolas y que presumía de que no había leído nada en ningún libro ni atendido a ningún profesor. Una lástima, concluyó sorpresivamente, porque así no pasó nunca de saber bastantes obviedades de las lagartijas. Si hubiese aprovechado la lección de los manuales y la sabiduría de los científicos, quizá habría terminado siendo una autoridad mundial en la Tarentola mauritanica.

No supe por qué aquello se me había quedado grabado (y he olvidado absolutamente todo lo que pasó esa noche) hasta que he escuchado a los locutores embelesados con el autodidactismo del cantante de cuyo nombre no logro acordarme. Es la misma admiración sin fuste al hombre hecho a sí mismo. Esconde una poderosa desconfianza muy irracional hacia los profesores y hacia la humildad de ser un discípulo.

No quiero caer en el extremo contrario y quitar mérito al que consigue algo por sí solo. Pero por haberlo conseguido, ojo, no por haberlo hecho solo. Lo importante es lo que se logra, no el más difícil todavía del "mira, sin manos" o "mira, sin maestros". Casi siempre se logra mucho más con maestros. Entonces, todo agradecimiento es poco.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios