Marcaje estrecho

Alberto Grimaldi

Contrastes

LA fotografía que ilustró ayer la portada de este periódico, ésa, la que mostraba la soledad del nadador con la costa africana al fondo me ha dejado cavilando, a qué negarlo amigo lector.

Ahora que el puerto de Algeciras se convierte en puerta de África para millares de personas que acuden a cruzar el Estrecho desde cientos de pueblos de los países de la Unión Europea a donde emigraron en busca de un futuro en el que la prosperidad no fuese un lastimoso sueño, esa imagen de portada llena mi cabeza de pensamientos en contraste, de paradojas.

Le confieso que David Meca nunca estará entre mis ídolos. Pero que lo vea como un hombre anuncio que hace esfuerzos sobrehumanos para dar notoriedad a unos patrocinadores de los que vive no impide que sea una proeza cruzar a nado tres veces consecutivas el Estrecho de Gibraltar.

Lo que me ha preocupado de verdad es ver la atención que los medios le prestamos a cosas como ésta y la desidia que demostramos cuando las cosas dejan de ser extraordinarias.

Y es que al ver esa bella fotografía del nadador sobrehumano enseguida me vino a la mente otra que veo cada día, una que hizo también José Luis Roca y que mereció un Premio Ortega y Gasset. Ésa, la que cuelga en mi despacho porque con acierto mi antecesor, Jorge Bezares, así lo decidió.

Por si no la recuerda, esa fotografía ha vuelto a publicarse recientemente, a finales de mayo, en el suplemento extraordinario que con motivo del número 7.000 de éste su periódico independiente del Campo de Gibraltar. En aquella imagen, un joven de origen magrebí está decúbito supino sobre un roquedo, inerte, mientras dos guardias civiles miran impotentes desde tierra firme. El batir del mar apenas dejó aquel cuerpo unos instantes allí, tiempo suficiente para que Roca lo inmortalizara.

Al ver a Meca nadando solo y sólo por demostrar cuán lejos puede llegar la naturaleza del hombre no dejo de pensar cuán injusto puede llegar a ser este mundo para que hombres, mujeres y niños se jueguen la vida a nado para poder subsistir.

Porque siguen ahí. Esta misma semana han vuelto a llegar a la costa, a Bolonia. Salvaron su vida y el accidente geográfico de 14 kilómetros y fuertes corrientes. Y siento hoy al valorar la fortaleza de cruzar por tres veces a nado el Estrecho que tantos que perdieron la vida ahogados porque no sabían nadar o porque el mar pudo más que ellos se merecen al menos que los recordemos.

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