Basta un somero repaso a los libros de Historia para constatar que jamás ningún gobierno ha tenido éxito cuando se han decidido a aplicar los métodos del comunismo a la política y la economía de sus naciones. Desde la extinta URSS hasta la Cuba de Castro, La Venezuela de Maduro o la Bolivia de Evo Morales pasando por la China de Mao o la Camboya de los Jemeres Rojos, los proyectos comunistas han sumido a los pueblos en la miseria, han privado a la gente de sus libertades individuales y han propiciado el exterminio de no menos de cien millones de personas. A pesar de estos pequeños "inconvenientes", el comunismo es una poderosa ideología seguida por millones de personas y a la que nunca le ha faltado la defensa de acreditados pensadores. Aunque ya Tomás Moro ensalzaba en su "Utopía" una especie de protocomunismo, fueron Marx y Engels quienes, partiendo de la economía, desarrollaron una compleja y sofisticada doctrina que propugnaba una organización social sin diferencia de clases, en la que no existe la propiedad privada y que pone los medios de producción en manos del Estado. Jean-Paul Sartre, Bertrand Russell o (hasta que renegaron) Orwell y Walter Benjamin, fueron también prestigiosos intelectuales que avalaron el marxismo. En España el testigo del viejo PCE de Carrillo, Camacho y Anguita, lo han tomado los chicos de "Podemos", reciente formación política surgida del movimiento ciudadano del 15-M de 2011, que fagocitó rápidamente los pocos restos que quedaban de un aletargado PCE. Al contrario que sus coherentes predecesores, la nueva hornada de "revolucionarios" dio pronto muestras de carecer de talla intelectual, política e incluso de la mínima perspicacia necesaria para vender con convicción su producto. Su principal herramienta, la demagogia, utiliza motivaciones parecidas a las del catolicismo, esto es, prometen repartir en la tierra lo que los otros reservan para el cielo y al igual que los eclesiásticos no exigen esfuerzo alguno (el acceso al paraíso que la iglesia concede a través del arrepentimiento y las indulgencias, ellos lo prometen a cambio del voto en las urnas). El único requisito para el éxito en ambos casos (el religioso y el político) es que la potencial clientela no ande sobrada de entendederas como para poner en cuestión unos dogmas con tan escasa consistencia argumental. Sin embargo y a pesar que en España se dan las condiciones ideales para el triunfo de los podemitas (una corrupción galopante que alienta el populismo y una sociedad deliberadamente infantilizada), el comunismo que propugnan es de pacotilla ya que se ponen en evidencia al pretender obtener los privilegios de un Politburó incluso antes de llegar al poder. Como bien les insinúa el "Kichi" a Pablo e Irene: "las dachas" solo se "adquieren" cuando uno ya ha tomado posesión del Kremlin.

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