El adanista, cree firmemente que la humanidad se puso en marcha, en el momento en que su santa madre lo parió. Dado el grado de estupidez que esta teoría supone, cabría pensar que su práctica estaría limitada a los tontos de manual, pero ¡ay!, si se fijan atentamente, están creciendo como setas y lo que es peor, opinan en los medios y redes sociales. En un escalón superior, están los poseedores de verdades absolutas que desde su púlpito imaginario, miran con desdén a todos los que no creen en el hombre nuevo, libre de religiones y supercherías que ellos suponen encarnar. A todos, se les viene encima en este fin de semana, un momento amargo: el movimiento social más antiguo y el que más militantes tiene en Andalucía, sale a la calle. Comienza la Semana Santa y las cofradías de penitencia, renovando cada año una tradición de siglos, hacen gala de la herencia de sus mayores, mostrando a los demás, el tesoro mejor guardado, el depósito de sus anhelos, el soporte de su fe, sus titulares, Cristo y María. En todos los pasos, en las escenas de la Pasión, podemos ver reflejados momentos de nuestra propia vida. Las manos atadas en Medinaceli, la tortura en la Columna, el éxito pasajero en la Borriquita, el dolor en las Vírgenes, la entrega en la Oración en el Huerto, la cruz a cuesta en el Nazareno, la soledad en la Buena Muerte y la esperanza en el Resucitado. Nadie como Antonio Machado, supo expresar el deseo más íntimos de los cofrades: "subir al madero y quitarle los clavos a Jesús el Nazareno". Por ello las esculturas prodigiosas, por ello, las nubes de incienso subiendo al cielo, por ello la música, por ello los capirotes y las túnicas. Ya sé que algunos menosprecian la religiosidad popular, la Iglesia no, llamando capillitas a los cofrades y acusándoles de rancios. Van diciendo por ahí que vaya lata de calles bloqueadas y que menuda brasa tienen que soportar. Hasta alardean de que se van fuera esos días, para no tener que aguantarlo. Nunca sabrán lo que es caminar con los hermanos, detrás de tu Virgen, oyendo "Amargura", ni escuchar el racheo de pies en el silencio de la recogida, ni contemplar ese momento de la levantá, en el que paso se queda en el aire, ni oír el roce de los rosarios en los varales, ni la saeta dejando una nota que rompe la noche. Nunca vencerán la vergüenza de que los demás te vean, cumpliendo una promesa. Todos sabemos que nadie es perfecto, pero los cofrades saben además que perfecto sólo es Dios y que solos, no podemos. En medio del gentío, detrás del antifaz, cada cofrade vive su propia e íntima emoción. ¡Cruz de guía, a la puerta!.

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