Dos Cataluñas

No hay un trasvase de votos entre los dos bloques. Uno que vota a Junqueras es raro que se pase a Arrimadas

Todas las encuestas coinciden en que el próximo jueves Cataluña se puede quedar dividida, con dos bloques enfrentados, difíciles de conciliar. Tanto si el candidato más votado es Puigdemont, como si lo es Junqueras, o Arrimadas, el panorama quedará fragmentado entre un bloque independentista y un bloque constitucionalista, con 10 (o menos) diputados ambiguos de los comunes de Pablo Iglesias y Ada Colau. Dos bloques que pueden tener más del 40% de los votos, pero menos del 60%. Esto es, un escenario de dos Cataluñas, casi empatadas, en el caso de que se votara la independencia.

Pero medio país no le puede imponer sus criterios (a la fuerza) al otro medio, sin que se derive un conflicto. Pues claro que nos gustaría que los catalanes, de pronto, se sintieran más españoles que los Reyes Católicos, o incluso que Felipe González y Alfonso Guerra, pero la realidad no es esa. Tampoco existe una Cataluña independentista con el 80% de los votos, con la fuerza suficiente para imponer sus criterios y un ilegal estado catalán a la otra mitad que se sienten españoles.

Cuando unas circunstancias parecidas han ocurrido en otras naciones o regiones, y no hubo acuerdos, se sabe por la historia que solían derivar en conflictos duros:

1. Una guerra civil.

2. Una partición del estado, tipo Vietnam del Norte y Vietnam del Sur.

En la Europa contemporánea (a la que todavía pertenece Cataluña como una comunidad de España), ambas opciones son inverosímiles. Hemos avanzado. Ya no estamos en los tiempos de la memoria histórica, cuando el alzamiento, el golpe de estado, o la revolución y otras fórmulas a las bravas tenían partidarios, según los casos. Y las particiones de territorios se acabaron después de lo ocurrido en la Europa del Este tras la caída del comunismo.

Se está hablando de repetir las elecciones en Cataluña, si no cuaja un Gobierno con mayoría absoluta, formado entre al menos tres o cuatro partidos. Probablemente, si se repite, saldrá lo mismo, o algo parecido. ¿Por qué? Pues porque no hay un trasvase rotundo de votos entre los dos bloques. Uno que vota a Junqueras es raro que se pase a Arrimadas. Y un votante de García Albiol tampoco se mudaría a Puigdemont.

Ahí está Iceta, amagando con la transversalidad que tuvo el PSC en los tiempos del Tripartito. Tampoco levanta entusiasmos. Por ello, sólo habrá salida si los independentistas asumen una convivencia básica, dentro de la legalidad. Conseguirlo tras esta campaña parece un milagro.

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