¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Buero y Utrera

Muchas cosas no cuadran con el relato maniqueo que el poder nos está inculcando sobre la historia de España

Dedicamos un tiempo del fin de semana a ver el documental El capitán Centellas, glosa biográfica de Antonio Buero Vallejo. Para nosotros, cuyos acercamientos al enjuto dramaturgo siempre fueron a través de las lecturas obligatorias del Bachillerato, fue una sorpresa conocer que su padre murió fusilado en Paracuellos por el mero hecho de ser teniente coronel del arma de Ingenieros. Paradójicamente, lo asesinaron mientras que Buero, comunista convencido que ya empezaba a tener ese aspecto de mosquetero castellano que siempre lo caracterizó, combatía a las tropas sublevadas. Años después, derrotado y encarcelado, Buero fue condenado a muerte por el bando al que se suponía pertenecía su padre, aunque finalmente pudo escapar de la parca y convertirse -otra paradoja más- en uno de los autores de más relumbrón de la España franquista sin renunciar nunca a sus simpatías marxistas en la intimidad. Sinceramente, no se nos ocurre mejor metáfora para explicar la historia de España entre 1936 y 1975.

Prácticamente al mismo tiempo que veíamos el documental sobre Buero Vallejo nos llegó la noticia de la muerte del malagueño José Utrera Molina, uno de los políticos más activos del tardofranquismo que, entre otros muchos cargos, fue gobernador civil de Sevilla y ministro de Vivienda y el Movimiento. Pepe Utrera (así le llamaban sus amigos) fue un miembro del búnker, un hombre que nunca revisó sus postulados ideológicos y que se opuso a la Ley de Reforma Política (el famoso harakiri del franquismo) tan brillantemente defendida en las Cortes por Miguel Primo de Rivera, sobrino del fundador de la Falange, antiguo alcalde de Jerez y una de las cabezas visibles de ese grupo de hombres del régimen que comprendieron que el franquismo y sus instituciones ya eran fósiles sin ninguna justificación histórica. Lo curioso es que Utrera, pese a representar al ala más fiel a los principios del Movimiento, fue un hombre que despertó amplias simpatías por allí por donde pasó y hemos conocido a personas de izquierdas que, en privado, lo defienden (también los hay los que aseguran que, en su etapa gobernador Civil en Sevilla, la represión sobre el sindicalismo aumentó considerablemente). Un dramaturgo comunista de éxito cuyo padre fue fusilado por los rojos; un empecinado y querido ministro del búnker que aún hoy levanta simpatías, un Primo de Rivera desmontando la momia del franquismo… No cuadra con el relato simplista que el poder político y cultural nos está trasmitiendo de la historia reciente de España. No cuadra, en definitiva, con la memoria histórica. Con la de ellos, claro.

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