Indudablemente, el fútbol español gira sobre un único eje, el que tiene en una punta al Madrid y en la otra al Barcelona. Lo demás no cuenta, o cuenta poco, que para el caso tanto da que da lo mismo. Han pasado bastantes horas del último duelo entrambos y nada de lo que ocurre alrededor importa, sólo importa el Clásico, antes, durante y después de él. Y como es habitual, uno de ellos, o los dos, se queja de la actuación arbitral, vaya sarcasmo.

Y lo cierto es que el partido que cerraba el domingo fue extraordinario. Fútbol y competitividad, expulsión incluida y lo peor de todo una actuación lamentable del árbitro, que se vio desbordado desde la primera refriega entre Suárez y Ramos. Un partido que se desvirtuó un tanto con la expulsión de Sergi Roberto, que cayó como un pardillo ante el teatro de Marcelo. Tuvo de todo el partido, incluso la trascendental lesión de Cristiano cuando el primer empate del pleito.

Con Cristiano y uno más en el campo no creo que se le hubiera ido al Madrid la posibilidad de arrebatarle a su odiado Barça la vitola de invicto que puede lucir hasta el final. Todo acabó en empate, que puede considerarse lógico para cómo transcurrió, pero que mueve a la risa cuando vemos cómo ambos se quejan del arbitraje. Tan acostumbrados a lo contrario cuando no se sienten ayudados por el juez saltan como tejones y protestan con el apoyo de sus influyentes corifeos.

Se queja el Barça por la expulsión y se queja el Madrid por el penalti a Marcelo y por haberse validado el gol de Messi tras falta de Suárez. Qué poco acostumbrados a que el árbitro les perturbe la vida y cuánto llanto de plañideras de uno y otro bando. Y en la misma jornada pasa de puntillas, como la luz que atraviesa el cristal sin romperlo ni mancharlo, el gol que le anulan al Betis en San Mamés y que pudo servir para un punto casi vital, pero como todo gira en el eje de siempre...