No hay mal que por bien no venga. Además de que mañana será otro día y verá el tuerto los espárragos. El "procès" (léase "prusés", para estar al loro), que algunos analistas finos dan por muerto, ha despertado los instintos patrióticos del personal. Son multitud los que se han atrevido a decir sin sonrojarse lo de "soy español" y a exhibir símbolos y banderas nacionales como si tal cosa. La victoria de España en el mundial de fútbol de 2010, fue un primer aviso de cancha para los símbolos nacionales y el "prusés" ha sido su consagración. Seriedad, me refiero al fútbol, y esperpento; para que no nos privemos de nada y sepamos más acerca de la condición humana.
El Partido Popular tiene la fortuna de disponer de un electorado al que no afecta no ya la corrupción o la arrogancia de los jóvenes cachorros de la majada, sino ni siquiera los numerosos errores y dejaciones de esta formación que agrupa a una buena cantidad de españoles. Gracias a ello, mantendrá su vigencia en el medio plazo y superará, como difícilmente podría hacerlo otro colectivo, estos duros momentos y esta crisis de valores que padecemos. La aparición de Ciudadanos ha sido providencial, pues si bien serán los "populares" los que más acusen sus efectos, también es verdad que los jóvenes liberales y europeístas, y aquellos que consideran que siempre hay mucho que conservar, encontrarán una vía abierta para participar en la política.
En Cataluña es bastante probable que nuestra admirable Inés Arrimadas; otra de nuestras grandes donaciones al progreso de esa región; sea la líder más votada, pero no está nada claro, ni mucho menos, que aún así pueda ser presidente de la Generalidad. El Partido Popular está muy flojo de remos y las ambigüedades del PSC y el no sé qué hacer del PSOE no están para pensar en abrigar esperanzas. Porque, ya saben, ni el PP ni Cs son socios válidos, pero en las filas del PSC se cuentan por decenas los descolgados del nacionalismo conservador de Unión Democrática; hasta el mismísimo Durán Lleida anda por esos andurriales chupando rueda y pidiendo árnica.
Suelo decir a los escépticos, a esos que prefieren no votar, que cuando hay unas elecciones, no sólo se trata de elegir sino también de impedir la viabilidad de alternativas de mala catadura. Lo mejor es enemigo de lo bueno, acudiendo otra vez al refranero, y hay opciones que si alcanzaran un poco de poder nos arrastrarían a simas profundas y tenebrosas.
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