"Y ahora a qué vienes tú, la desdentada, /a sacarme a bailar tu danza fúnebre, /si estás en puros huesos. Quién te manda/madrugar a destiempo, acudir a deshora/en medio de la fiesta de la vida, /si lo tuyo es fluir en las tinieblas, /llegar cuando la música ha cesado.

¿Cómo quieres que baile/esa tosca pavana que insinúas/si se te enreda el fémur con la tibia/ y no das pie con bola, desgarbada, /si no tienes cintura/y nada más rozarte/se le congela a uno el pensamiento?

Vete a acunar cadáveres, malmuerta, /que tú no tienes swing, /y déjame bailar a pierna suelta/ una semana, un mes, un día más."

La lluvia en el desierto, es el título que recoge su poesía completa. Cuando ahora me abandono al descanso, la sostengo en mis manos consiguiendo que me quede detenida por fuera, enroscada en cualquier rincón de la casa con una luz serena, a la vez que lo invisible se me descoyunta todo para encajarse con una nueva forma. Y sé que va para largo, yo diría que para siempre, el contacto con este poeta en cuyo año de nacimiento coincidimos aunque la muerte lo sacó a bailar antes de tiempo; ahora, lo revivo leyéndolo. Dice Andrés Neuman, en el prólogo, que durante su trabajo poético no se convertía en otro, y que días antes de su muerte fue a despedirse con un amigo común y al salir de la habitación del hospital "…sin poder reprimir el poco recomendable gesto de mirar hacia atrás, Eduardo levantó la cabeza, nos miró desde la esquina de su noche y exclamó con la voz que le quedaba: ¡Adiós, cabrones! Eduardo García ejercía a rajatabla el vitalismo de la broma".

El 25 de noviembre del otro funesto baile fue martes. Tampoco la muerte le dejó a este otro poeta bailar a pierna suelta otra semana más, otro mes, otro día… Solo hasta el martes 25 de noviembre. Y entre mis manos no sostengo un libro de su obra completa, sostengo su vida. Y no requiero lugar cómodo ni luz serena para recibirlo, siempre conmigo él y su poesía. Y también lo supo y comprendió todo llegándole también la hora de los acantilados. Y como le pasó a Eduardo, tampoco la enfermedad le hizo perder la elegancia de su comportamiento para intentar no asustarnos.

Mi hermano consiguió hacer pura poesía de su vida; es su obra completa de vida la que nos pertenece ahora. Y también va para largo… para siempre.

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