El mástil

Ildefonso / Sena / Isena@imagenta.es

Atunes inocentes

LAS palabras del pescador al periodista me impactaron sobremanera: "Vamos a liberar a los atunes, porque ellos no tienen la culpa de nuestros problemas". Ocurrió la semana pasada cuando los almadraberos de Tarifa, tras haberse agotado el cupo de captura establecido, se negaron en primera instancia a abrir el copo para que unos 600 atunes rojos quedaran libres. Era una forma de protestar contra la merma de sus salarios, pero lo consultaron con la almohada para llegar a esa conclusión que honra a los trabajadores y pone en su sitio al armador, único y solitario origen del conflicto.

Los atunes, en efecto, no sólo son inocentes sino que se están acabando. Y las medidas adoptadas por la Unión Europea, aunque no sean suficientes, tratan de proteger una especie en vías de extinción gracias a la avaricia de los armadores. Si por ellos fuera, mañana mismo no quedaba un atún vivo con tal de llenarse el bolsillo a costa del trabajo de unos pescadores que, como los túnidos, también son inocentes.

La gente del mar es mi delirio. Por tradición familiar, profeso una admiración infinita a los pescadores. Pocos se paran en pensar cuánto trabajo, cuánto peligro y cuántas horas de humedad y salitre hay detrás de esa merluza que nos estamos comiendo.

Por mor de ese cariño, más de una vez han sido diana de mis críticas en este mástil que también sabe a marisma. De ahí la satisfacción sentida al comprobar que los almadraberos de Tarifa son gente noble y sensata. Y con más huevos que el caballo de Espartero.

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