Ana Poggio / Psicóloga

Aspectos psicológicos

LA fibrosis quística (FQ) es una enfermedad crónica que incide no sólo en el afectado sino también en toda la familia. Al ser una enfermedad diagnosticada a edades muy tempranas, son los padres los primeros que sufren el impacto emocional del diagnóstico y suelen manifestar sentimientos de incredulidad, rabia, angustia, culpa, miedo, impotencia y aislamiento. Todas estas consecuencias son lógicas y normales, pero hay que expresarlas para poder manejarlas con la ayuda adecuada.

Las conductas de los padres pueden favorecer o entorpecer la evolución del hijo y de la enfermedad. Así pues, para el desarrollo emocional del niño, es conveniente: evitar la sobreprotección, tratarlo dentro de la normalidad posible, estimularlo a ser autosuficiente e informarle sobre su enfermedad. Luego llega la etapa de la adolescencia, difícil ya de por sí para cualquier joven, y la FQ suele complicarla aún más. En esta etapa, entran en juego los aspectos psicológicos como la baja autoestima, vergüenza de sentirse diferente, dependencia, negación de la enfermedad, ocultación, inseguridad y problemas conductuales. Además, se suele rebelar contra los horarios, la medicación, los ejercicios de fisioterapia, las limitaciones de la enfermedad o cualquier otro aspecto de su tratamiento. Con el tiempo, la mayoría de los pacientes adultos se adaptan, aprenden a vivir con la FQ y se implican en su tratamiento diario con el que han de convivir toda la vida.

Existe otro tema importante a destacar al hablar de FQ: el trasplante. El trasplante supone una mejoría de la calidad de vida para los enfermos de FQ, pero también es una situación estresante que requiere un afrontamiento y una adaptación por parte de todos.

Para concluir, el sentimiento que más influye a lo largo del tiempo es la incertidumbre ya que la FQ es una enfermedad que no tiene cura y presenta una evolución muy diferenciada.

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